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Marcel Sabeté, el joven y dinámico propietario de Castell Roig, sonríe abiertamente cuando se le menciona a Parker y su nueva estima por los cavas españoles, tras años de ignorarlos. Él ha conseguido 91 puntos por su Reserva Familiar, aunque no le da más importancia. Su verdadera preocupación es conseguir que los vinos expresen el terrer de su finca Sabaté i Coca, 24 hectáreas de viñedos propios, mayoritariamente xarel.lo muy viejo, algunos con más de 80 años, y muy poco productivos, que tiene divididas y catalogadas en 15 parcelas. La pequeña y entrañable bodega, ubicada en un edificio de 1760, está abrazada por las cepas como un château de ensueño. "Quiero buscar la esencia del vino a través de la tierra", afirma sin pretenciosidad, pese a la carga conceptual de la frase, este ingeniero técnico de alimentación y licenciado en Enología por Tarragona. Para él, la tierra es el fundamento del vino, y por eso trabaja cada parcela de forma distinta del resto, de acuerdo con el comportamiento de la cepa. Luego se elaboran por separado, en microvinificaciones, para su posterior coupage. Salvo en el caso de este soberbio blanco, seleccionado de una pequeña parcela de Torrellavit, en suelos rojizos por su alto contenido férrico. Y nada de barrica de roble. Marcel quiere que el blanco exprese la magnificencia de los grandes xarel.los: una nariz extraordinariamente rica en fruta carnosa (manzana, melocotón), con notas frescas y exóticas (lima, paraguaya), recorrido por sutiles matices florales. Los años en botella han creado un fondo de noble reducción que confiere a la boca, untuosa, consistente, de larga persistencia, una superior elegancia que nace de la autenticidad.
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