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  • Los viajeros acuden a Berlín por motivos de lo más diverso, pero seguro que aquellos que hasta ahora venían para imaginar el futuro incierto del legado arquitectónico que dejó la Alemania comunista se frotarán los ojos asombrados si dejan pasar cinco años hasta su próxima visita. En 2013 el antiguo palacio de los Hohenzollern, volverá de entre los muertos. Levantada en 1698, la residencia de reyes y emperadores fue dinamitada por los comunistas en 1950 por ser un símbolo del militarismo prusiano. Sobre su solar, en el eje de la imponente avenida Unter den Linden, frente a la Isla de los Museos, la República Democrática Alemana erigió, en ese estilo de los setenta que ahora vuelve a estar tan de moda, el Palast der Republik (el palacio de la República) que alojó el parlamento de la RDA, además de restaurantes, galerías de arte y un teatro. Decorado con más de 1.001 luces, algunos lo apodaron "la tienda de lámparas de Erich" Honecker (el que fuera dirigente de la RDA). Tras la caída del muro se descubrió que el edificio estaba contaminado por asbesto. En 2003 se decidió, no sin polémica, demoler el palacio de la República y sustituirlo por la reconstrucción del antiguo palacio Real -por lo menos de tres de sus fachadas barrocas-, así como la del patio de Schlüter. Los últimos restos del edificio comunista desaparecieron a comienzos del pasado diciembre. El mismísimo Bundestag (Parlamento alemán) votó a favor del denominado Foro Humboldt, que se situará trás esas fachadas. El legado de Wilhelm von Humboldt (anclado arquitectónicamente en el centro de Berlín con la Universidad Humboldt y los edificios de la Isla de los Museos) se verá así ampliado con las investigaciones de ámbito extraeuropeo de su hermano Alexander. El plan es asignar un lugar en pleno centro a las colecciones del Museo Etnológico y del Museo de Arte Asiático (hasta ahora escondidas en el barrio periférico de Dahlem) y dedicar espacios a la Biblioteca Central y Regional de Berlín y a la universidad. Por tanto, será un edificio público, al menos parcialmente. En los años noventa todavía se sopesaba la posibilidad de darle un uso comercial privado (hace tan sólo dos años, en la ciudad de Braunschweig, en la Baja Sajonia, se reconstruyó la fachada de un palacio como telón para un centro comercial, pervirtiendo un proyecto arquitectónico de características similares). Ha habido que esperar a la reunión del jurado del concurso internacional (celebrada en la última semana del mes de noviembre) para saber a ciencia cierta qué aspecto concreto tendrá ese Foro Humboldt, cuyo coste se calcula en 550 millones de euros, aunque probablemente acabe siendo mucho más elevado. Por fin podemos saber que además de las fachadas norte, oeste y sur se va a recuperar también la cúpula que remataba la cara oeste. Porque, como ya hemos dicho, la decisión del Parlamento sólo afectaba a la reconstrucción de las fachadas; hasta la fecha no se tenía la menor certeza sobre lo que podría acontecer detrás de ellas. Ahora sabemos con qué se reemplazará la antigua fachada este de entramado medieval que no está previsto reconstruir y, sobre todo, qué sucesión de espacios se abrirá al visitante trás la fantasmal carcasa. El resultado del concurso ha sido toda una sorpresa: el ganador es el arquitecto italiano Francesco (conocido como Franco) Stella, natural de Vicenza, un completo desconocido en Alemania, incluso entre los especialistas en la materia. Su proyecto responde a unos principios formales que recuerdan a los trabajos de Aldo Rossi y Oswald Mathias Ungers, al tiempo que evocan todo un repertorio iconográfico de la arquitectura de palacios y museos europea. Así, justo detrás de la fachada oeste se despliega un dramático tramo de escaleras que recuerda la reconstrucción de la Antigua Pinacoteca de Múnich llevada a cabo por Hans Döllgast después de la II Guerra Mundial. Entre el patio de Eosander, cuyas fachadas también quiere reconstruir parcialmente Stella, y el patio de Schlüter, el arquitecto crea un angosto patio como elemento de comunicación entre el Lustgarten, por el norte, y la Breiter Straße, por el sur, que evoca ineludiblemente los Uffizi de Florencia. La cara este, de nueva creación, presentará una estructura integrada por escaleras y logias tras una fachada reticular abierta que, con el nombre de Belvedere, generará un nuevo espacio urbano de calidad y dimensiones palaciegas desde el cual se podrá abarcar con la mirada el amplio Foro Marx-Engels e incluso la torre de televisión junto a la Alexanderplatz. El jurado decidió por unanimidad, y además, no otorgó un segundo premio a fin de proteger el proyecto de una nueva oleada de argumentos en pro y en contra como los que se vienen esgrimiendo desde hace años. Los tres terceros premios con los que se despachó a Hans Kollhoff, Jan Kleihues y Christoph Mäckler, representantes de una arquitectura conservadora (y muy conocidos en Berlín), resultan absolutamente indiscutibles desde un punto de vista conceptual (Kollhoff), funcional (Kleihues y Mäckler) y formal (Kollhoff y Mäckler). Premio especial Hubo además un premio especial a una idea cuya radicalidad y frescura habrían podido conferir al plan, discutido hasta el agotamiento, el necesario brío para reconciliar con el proyecto a los numerosos enemigos de la resurrección del palacio. Los jóvenes berlineses Kuehn Malvezzi, que ya se han hecho un nombre como arquitectos de exposiciones (con trabajos como los realizados para la feria de arte Documenta de Kassel o la Fundación del Patrimonio Cultural Prusiano de Berlín), querían volver a erigir las fachadas con muros de ladrillo macizos que se irían recubriendo progresivamente con los adornos plásticos arquitectónicos que sólo quedarían completos al final. Lo más importante es que la mayor parte de la superficie situada detrás de la fachada quedaría sin edificar. Por ejemplo, el patio de Eosander se convertiría en una plaza urbana de libre acceso tan sólo abovedada con un ligero tejado. De este modo se conseguiría integrar un centro museístico y formativo absolutamente contemporáneo con las fachadas del palacio, generando algo enteramente nuevo, algo que se podría encuadrar en la línea de las grandes creaciones de la arquitectura berlinesa destinada a exposiciones, que va desde el Museo Antiguo de Schinkel hasta la Nueva Galería Nacional de Mies van der Rohe. No obstante, los arquitectos presentaron claramente el plan de reconstrucción como lo que es: el mero deseo nostálgico de recuperar una estampa (urbana) destruida.
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  • Jaleado y denostado hasta la saciedad, por fin alza el vuelo la reconstrucción del palacio de los Hohenzollern, símbolo del militarismo prusiano dinamitado por el Gobierno comunista en 1950. El arquitecto italiano Franco Stella se ha hecho con el proyecto
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  • El fantasma del palacio caído
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