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  • Cuando alguien festeja la despedida del año con una nevada prodigiosa en el centro histórico de Granada, a la vista de todos los transeúntes y en el duermevela de la Alhambra, es que acredita mucha imaginación y mucha sensibilidad para dirigir un hotel. Tal persona es Rosa Jiménez, que no contenta con llenar el estanque de su villa con pétalos rojos y velas encendidas, se trajo de Sierra Nevada un cañón de nieve artificial y recibió 2009 con una estampa navideña no contemplada bajo el cielo granadino. Sus dotes de empresaria audaz ya se habían vislumbrado durante la rehabilitación de la casa-palacio del siglo XIX que dio origen a Villa Oniria, probablemente el hotel más romántico de la ciudad. Además de conservar la fachada original, Jiménez se empeñó en hacer orbitar todas las instalaciones en torno a un estanque con fuente que ocupara casi todo el perímetro del atrio y sirviera de atenuador a la luz cenital procedente de su cubierta traslúcida. Un salón con chimenea intermediaría entre el patio de luces y el jardín aromático, en donde se sirven, de noche, los cócteles más refinados de la ciudad. Un proyecto mimoso A fin de evitar estridencias, la propietaria contrató al interiorista de la élite madrileña Pascua Ortega. Un acierto. Sus composiciones neoclásicas, mejor afinadas que en otros trabajos suyos en la hotelería nacional, consiguen aquí un ambiente mimoso y equilibrado, deliciosamente sensual, a veces recargado, a veces minimalista... ¡Onírico! Ya desde la entrada se respira lujo y sosiego. A la derecha, muy discretamente, aparece el mostrador de recepción. A la izquierda, también con disimulo, el mostrador del bar. La gravidez de los mármoles contrasta con la transparencia de las galerías. El murmullo del agua embruja. La otra música entona, especialmente si se tienen programadas unas sesiones de masaje en el pequeño spa del hotel. Entre plantas fragantes se accede al restaurante, a cargo de Álvaro Arriaga, que orienta con exceso su propuesta hacia la gastronomía vasca. Decoradas con pulcritud, todas y cada una de las 38 habitaciones acreditan un estilo propio. Elegantes en su ambientación, sensuales en su distribución y efectistas en su iluminación. No escatiman detalles de acogida, como esas babuchas de raso y algodón que se ofrecen para el baño, ni adminículos de gran confort, como los colchones Airvex que literalmente se pegan al cuerpo. Si se puede, lo mejor es pasar las noches de verano en la suite que mira al invernadero, preámbulo inolvidable de un copeteo tranquilo en buena compañía. El broche de oro lo otorga una breve charla con la propietaria y su versión del onirismo en la taifa de Granada.
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  • VILLA ONIRIA, lujo y sosiego con la firma de un inspirado Pascua Ortega en el corazón de la ciudad andaluza
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  • Un proyecto mimoso en la taifa de Granada
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