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Ya el año pasado quedó en tercer lugar, cuando todavía el vino estaba necesitado de botella. No es de extrañar que en el último Enoforum, celebrado hace 15 días, se alzara finalmente con el premio al mejor tinto, otorgado por los propios enólogos en una de las catas más rigurosas que hoy se celebran en nuestro país. Sorprendió entonces, y sorprende ahora, su frescura, el atributo hoy más buscado y valorado en los tintos, junto a la amplitud de su gama frutal, la excelencia de la crianza, el equilibrio y la armonía constituyentes. Y todo en un vino de Madrid, concretamente de Morata de Tajuña, elaborado por una bodega nacida en 2005 que se ha propuesto ubicarse desde el principio en el segmento más alto de la calidad. Resulta sorprendente la extraordinaria labor enológica de Olga Fernández, licenciada hace pocos años, y con un estilo envidiable de inspiración bordelesa. De las 28 hectáreas de viñedo propio selecciona la mejor uva de tres variedades extraordinariamente bien avenidas: syrah, tempranillo, y cabernet sauvignon, que envejece durante un año en roble francés nuevo.
El vino impacta por su fruta, nítida, en sazón, pero viva, festoneada de notas florales y punteada de especias. En boca, inicialmente alcohólica, se impone la riqueza de sus golosos taninos y remata el gusto con un elegante toque de fina madera. Un comienzo antológico.
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