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Victorino Eguren Ugarte, patriarca de la bodega Heredad Ugarte, presume de firmar sólo los vinos que ama. Categoría que nada dice de su calidad, pero sí de la pasión del bodeguero, lo que suele ser garantía suficiente. No es de extrañar en un hombre que empezó su trayectoria con una bicicleta y un carrito, repartiendo por las calles de Vitoria cántaras de vino de la bodega de su padre. En 1989, crea la suya en una loma de Páganos, basándose en el proyecto de su hijo, el arquitecto Koldo Eguren. El millón de kilos de uva de sus 120 hectáreas de viñedo son la base de esta bodega familiar que ahora riza el rizo y se descuelga con un vino de terruño. Desde luego, Anastasio 2005 lo puede firmar con orgullo. Porque aquí sí hay un gran vino, lo mejor de una bodega de estimables y correctas elaboraciones. Procede de una pequeña viña de tempranillo, plantada en 1912 sobre una cepa de pinot noir traída de Borgoña, que se vendimia a mano por toda la familia, en un acto casi litúrgico de autoafirmación. Resulta gustoso el juego armónico entre la plenitud del sabor mineral y la duración de la persistencia aromática, llena de fruta de zarza, tostados, cedro y especias. Y seduce su indiscutible elegancia, la textura sostenida de los golosos taninos, la acidez equilibrada... Es la firma notarial del mejor tempranillo.
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