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  • Desde las habitaciones 7 y 8, el mar luce con todo esplendor sin obstáculo visual alguno. Uno no tiene la necesidad de cerrar cortinas para proteger su intimidad, sólo aparece el azul atlántico y alguna barquilla de pesca. Este mimado hotel de 10 habitaciones está situado en plena alcazaba (kasbah), en lo más alto de Tánger, junto a la muralla. Una ciudad que ve cómo en los últimos años su privilegiado urbanismo se está desnaturalizando a base de tantas construcciones sin escrúpulos. Desde La Tangerina, sin embargo, los estragos de la modernidad aún no se hacen sentir y la vida vecinal de la medina se palpa en todo su sencillo encanto. Farida Kanario, tangerina, y su marido, Jurgen Leinen, alemán, compraron esta casa articulada en torno a un diminuto patio hoy cubierto de cristal. Tras varios años de trabajo de restauración y búsqueda de materiales de acarreo, abrieron al público en 2005. Hoy, el hotelito destaca por sus innumerables detalles prácticos y decorativos, que lo hacen amoroso y peculiar. De hecho, los clientes no fallan, ni los fines de semana ni entre semana. Españoles, franceses, musulmanes de otras latitudes, de trabajo o de placer, lo convierten al atardecer, al amor de la chimenea, o por las mañanas, en torno a una misma mesa de desayuno, en lo más próximo a un albergue familiar. Mantequilla fresca, seis mermeladas diferentes, msemen (una especie de crepé), huevos, requesón, zumo de naranja natural y un excelente café hacen que los comensales se demoren en torno a charlas improvisadas en varios idiomas. Suelos de 'bajtmat' Las habitaciones, de talla mediana y distribuidas en dos plantas y en la azotea, son todas diferentes. Las hay para dos, tres y hasta cuatro personas, con antesala, balcón, patio o simplemente un altillo, enfrente de cuya cama sólo se ve el mar, como sucede en la 8. Los acabados son comunes: suelos de bajtmat o ladrillo de barro hecho a mano, baños de azulejos marroquíes, alfombras de Taznajt, ventanas en guillotina a la inglesa. Toda una sabia combinación de tradición marroquí y confort colonial envuelvo en blanco inmaculado y con profusión de lamparillas de pie, radios antiguas (con hilo musical), arcones de cuero, ventiladores y cuadros excelentes. No hay un resquicio para el mal gusto y todo funciona a las maravillas: iluminación detallista, interruptores allí donde hacen falta, ventanas y puertas perfectamente ensambladas a pesar de su antigüedad y baños donde uno se siente a gusto y tiene donde posar los enseres. Sólo la calefacción, en esta temporada húmeda y fría, se hace insuficiente para esponjar la humedad que se ceba en los muros de la kasbah. Desde la azotea, la vista se despliega generosa por la ciudad nueva, la bahía, y hunde su mirada en la intimidad de los patios y las terrazas vecinas. Dos tumbonas miran al mar y hacia el sol para apurar el calor en los días claros. » La Tangerina (www.latangerina.com. Teléfono: 00 212 39 94 77 31). 19, Riad Sultan. Tánger. Precios: de 45 a 150 euros, según temporada y tamaño.
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  • Amor por el detalle en Tánger
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