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Este puede ser un buen ejemplo de las aventuras y desventuras vitivinícolas de tantos constructores metidos a bodegueros. Nace en 1999, de la mano del empresario Teodoro Ortega, con una inversión inicial de 30 millones de euros, cifra más que respetable, pero acorde con la vocación de grandeza que inspira su espectacular diseño: elaborar sólo vinos de alta calidad, algunos en el pequeño y codiciado campo de la excelencia. Y con una capacidad de producción de 1,5 millones de botellas.
Un desafío enológico y comercial que ha terminado dándose de bruces con la dura realidad. Y no porque sus vinos se hayan quedado cortos a la hora de plasmar tan loable voluntad, sino porque el mundo del vino es muy celoso y exigente con los que se adentran en él.
No es de extrañar que haya muchas bodegas en venta, a la espera del hada madrina que convierta las calabazas en carrozas de oro. En este caso, el papel lo ha representado el actor Antonio Banderas, adquiriendo el 50% de Anta. Un hombre-marca, para hacer marca de vino. Cuenta para ello con un amplio viñedo donde seleccionar, y tintos como este a4, el más joven y comercial, idóneo para tiempos de crisis. A un precio ajustado para la zona, puede adquirirse un vino de ligera y ajustada crianza en roble francés, cargado de fruta madura, levemente especiada, de paladar sabroso hasta la golosina, bien constituido... y, sencillamente, grato.
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