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Tiene un aceite de notable calidad, elaborado con aceitunas arbequina y picual de la finca La Serrata, en Villena, un vergel agrario con 3.400 hectáreas en las que ha plantado 180 de viñedo. Francisco Gómez, hombre campechano, directo, gozador y vitalista, posee uno de los más bellos parajes de la sierra Salinas, un valle de ensueño, con las pinceladas impresionistas del almendro, el olivo y la viña, tocado por la luz cálida del Levante, sombreado de monte mediterráneo, aromatizado por hierbas y flores campestres. Allí ha construido, a su imagen y semejanza, una bodega de tonos oníricos, con formas tradicionales junto a otras abigarradas, y cierto regusto por la ostentación. Cada detalle expresa un sentido homenaje por el vino, su pasión.
No es de extrañar que, con tales premisas, haya conseguido de buenas a primeras un buen tinto, comercial de puro amable, que va directamente al grano, es decir, al paladar agradecido y poco exigente, sin entretenerse en la evocaciones y sugerencias mentales propias de los grandes. Su Serrata 2005 tiene un potente aroma rico en frutas compotadas, plenas de sol, con abundancia de especias, la nota resonante de la madera, y el impacto ligeramente amargoso del cacao. Goloso, algo duro en boca todavía, le salva del empacho la buena acidez y los recuerdos tibios de una cierta mineralidad. Aunque ofrece un placer sensual inmediato, pide tiempo para ganar finura y complejidad.
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