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  • Existe el método SHA? Es lo primero que uno se pregunta al recalar en los Altos del Albir, una gigantesca urbanización vacacional surgida al calor del agosto inmobiliario a los pies de sierra Helada, entre Altea y Benidorm. Ahí tenía su refugio veraniego la familia Bataller hasta que un día Alfredo, el patriarca, se las vio por un problema de salud con el japonés Michio Kushi, adalid de la terapia macrobiótica o la búsqueda del bienestar a través de la dieta. Y pese a que el litoral no está para grandes lujos, encargó al arquitecto uruguayo Carlos Gilardi el proyecto de un hotel de cinco estrellas en su finca, con voladizos ajardinados, cascadas de varios pisos, cristaleras con vistas al peñón de Ifach, piscinas y terrazas panorámicas, patios interiores botánicos, salas de conferencias, biblioteca dietética y un spa-wellness de 1.300 metros cuadrados asistido por facultativos dispuestos a quitarle a uno algunos kilos de más. O las arrugas propias de la edad... Incluso esos vicios tan incorregibles como el de fumar o el de zamparse unas lonchas de pata negra. Dicen que Gwyneth Paltrow, Giselle Bundchen, Kylie Minogue y Madonna lo han intentado. Atmósfera oriental El lugar apabulla al entrar, pero después se atempera en la sucesión escalonada de cinco módulos que vertebra el complejo, dos de ellos aún sin terminar por las vicisitudes hipotecarias del momento. El interior, obra de Elvira Blanco, está decorado según los principios estéticos del minimalismo, aquí justificado por la atmósfera oriental que inspira lo macrobiótico, pese a que el gurú Kushi no figura ya en el elenco hipocrático del proyecto hotelero. Sus 93 habitaciones útiles y el sinnúmero de servicios puestos a disposición de los huéspedes no bastan para que el SHA sea considerado por sus promotores como un hotel. Es, quieren, una clínica de sanación física y espiritual. Un sanatorio vacacional de gente tranquila y ensimismada que da gusto ver deambular bien hidratada por el dédalo de pasillos interiores, ambientados con música new age, y rezongar en las camas balinesas (modelo Gandía Blasco) que decoran el parterre chill out abierto a la Olla de Altea. En honor a la verdad, lo macrobiótico, cocinado como se cocina aquí, supone un placer inesperado para el paladar. Y si encima sienta bien... Nada de ayunos espartanos ni de instalaciones austeras, como en otros hoteles clínicas de la costa mediterránea. Aquí los dormitorios invitan al hedonismo estético y funcional, dados su holgura de espacio y lo luminosos que son, en su mayoría con vistas -siempre que la orografía lo permita- a una cuña de mar. Los muebles son de extrema calidad, así como los acabados y los múltiples detalles de acogida que acaban por justificar su precio. Todos con un saloncito, un vestidor y una terraza exterior idílica en las calurosas noches de verano. Si al final de la estancia uno no se rejuvenece, suelta sus michelines o deja de fumar radicalmente, la capilla ecuménica del hotel puede ejercer extemporáneamente de libro de reclamaciones.
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  • Sha Wellness Clinic, un hotel 'spa' frente a la bahía de Altea
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  • Vacaciones macrobióticas
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