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  • Si es cierto que algunas ciudades son objetos inmóviles en el tiempo, quizás sea una buena elección plantearse algún viaje que nos facilite habitar el tiempo, sobre todo en días como éstos, dominados por la idea del presente. Vivir el tiempo, moverse, caminar en su interior. Si les gusta la propuesta, sugiero, entre otras, dos pequeñas ciudades de la Toscana italiana. Una de ellas, Pienza, muestra una época detenida, tanto por haberse construido con un diseño específico como por no haberse modificado nunca. Fue la primera gran obra del urbanismo del Renacimiento y se planeó y edificó en menos de tres años por un papa desmesurado sobre el pueblecito medieval en el que había nacido. La otra ciudad, Bagno Vignoni, todavía más pequeña y también igual a como era hace quinientos años, fue centro termal desde la antigüedad y tiene la plaza ocupada por una enorme piscina a 50º de temperatura. En ese espacio horadado se desarrolla buena parte de una película mítica para quienes gusten de ciertos mitos, Nosthalgia, de Tarkovski. Una película sobre los recuerdos, sobre la idea misma del transcurso del tiempo, en cuya escena central -tan bella como angustiosa-, un hombre azotado por el viento recorre la piscina con una vela encendida en la mano. Ambas ciudades están además en el corazón mismo del valle de Orcia, el territorio que mejor ejemplifica la Toscana, sobre la que, medio inadvertidamente, tenemos una imagen tan tópica como sobre las playas del Caribe. Está igual de consolidada, hagan memoria. En la parte visual incluye un cielo moteado con tenues nubecillas -nunca completamente azul-, bajo el que se superponen decenas de colinas cubiertas de olivos y viñas atravesadas por caminos bordeados de cipreses que conducen a alquerías de color mostaza. En la parte mental tiene un contenido más literario, construido desde la memoria, con imágenes y sensaciones que asociamos al lugar, como, por ejemplo, el fondo de tantos cuadros renacentistas con pueblos amurallados y abadías sobre lomas onduladas, el sonido de las palabras de la cuna de la lengua italiana o los aromas de los vinos de Montalcino o Montepulciano. Probablemente también por estos motivos, el conjunto del valle de Orcia fue declarado patrimonio de la humanidad en el año 2004. 01 PIENZA De esta manera, al borde de la imaginación, puede llegarse a Pienza, el lugar de nacimiento de Eneas Silvio Piccolomini, quien se convirtió en papa a los 53 años después de haber escrito poemas, crónicas históricas y hasta una pieza erótica (Historia de dos amantes), trabajar como diplomático para cardenales, reyes, papas (incluso hasta un antipapa) y abrazar la religión con 40 años cumplidos. Una vez nombrado como Pío II, quiso convertir su pueblo natal, Corsignano, en una ciudad que sirviera de retiro a Roma y respondiera a los nuevos ideales renacentistas. Algo parecido a nuestro Escorial, aunque con mayor carga de vanidad. El proyecto fue firmado por el arquitecto florentino Bernardo Rosellino, quien siguió los principios del humanista y también arquitecto León Baptista Alberti. Las obras comenzaron en el año 1459 y en su parte principal comprenden tres palacios alrededor de una plaza trapezoidal abierta al paisaje y presidida por un Duomo. Pío II lo consagró el 29 de agosto de 1462 e inmediatamente promulgó una bula papal que cambiaba (en su honor) el nombre del lugar y estipulaba la imposibilidad de alterar ningún detalle de la catedral y los palacios. Luego estableció la corte en Pienza y se dedicó a escribir durante los dos años de vida que le quedaban. Si bien su sucesor -y sobrino- Pío III se ocupó algo de la ciudad, Pienza fue cayendo en el abandono hasta convertirse a principios del siglo XX en emblema del vacío y hasta de cierta locura; un espacio idóneo, por cierto, como escenario utópico del Renacimiento en muchos rodajes, entre otros, el Romeo y Julieta de Zefirelli. Hoy sigue igual, continúa teniendo un número parecido de habitantes (2.500) al siglo XV, y del proyecto inicial, que ocupaba toda la colina, quedan dos manzanas de casas alrededor del Corso. El concepto de ciudad del primer Renacimiento puede saborearse en su integridad, es decir, la urbe como marco unitario de las relaciones de los ciudadanos y de los edificios. Alberti, que había descrito las operaciones espaciales a través de categorías aristotélicas -el lugar, el tiempo, la situación-, formuló que el espacio es una propiedad de los objetos y que la forma de cada cosa debe registrar los vínculos y las propiedades del ambiente. Además, sostenía que la ciudad debía permitir la mediación entre el pasado y el presente, debía adaptarse al terreno y ser objeto no de uno, sino de muchos planeamientos. También estableció la jerarquía de las calles y nos dejó dicho que las plazas son organismos arquitectónicos autónomos y unitarios circundados por pórticos y logias. Antes de llegar a Pienza hay que parar un momento en Monticchiello di Pienza, y si es la hora del almuerzo, dos, porque con ser un delicioso pueblo amurallado, con torre inclinada y Pieve, contiene el plus de la Taverna di Moranda, donde, por ejemplo, pueden comerse unos pici con ragù di anatra (especie de espagueti más grueso hecho a mano con salsa de carne de pato), sobre los que quizás no necesiten mayores precisiones. Luego, al salir de Pienza hay que hacer otra parada en San Quirico para ver los jardines del siglo XVI y la colegiata románica, pero no se asusten, el trayecto completo puede hacerse en bicicleta, no excede los 10 kilómetros en total. 02 BAGNO VIGNON IBagno Vignoni tiene una entrada bastante espectacular, con el castillo y los bosques que la circundan. Su fama viene de lejos, primero los etruscos, luego los romanos, los florentinos -incluyendo Lorenzo el Magnífico- y los habitantes de Siena, todos coincidieron en alabar la calidad de sus aguas para las afecciones reumáticas y ginecológicas. Pío II, el mismo papa de Pienza, mandó levantar el palacio que se yergue delante de la gran piscina del centro del pueblo. Lo diseñó Bernardo Rossellino, autor también de los soportales del pórtico de la iglesia de Santa Catalina de Siena, quien se curó aquí sus afecciones respiratorias mediante vahos, baños y fangos (o eso dice la leyenda). En uno de estos soportales hay incrustada una tabla de mármol con los versos grabados en griego del poeta sienés del XVI, Lattanzio Tolomeo, dedicados a las ninfas de las aguas. Esta enorme bañera fue el escenario del Gran Premio de Creación del Festival de Cannes de 1983, Nosthalgia, la película donde Tarkovski consiguió filmar el ideario estético que había plasmado sobre el papel en su célebre artículo de 1967 Tiempo impreso. Se trataba de fijar mecánicamente en celuloide los movimientos del hombre en su relación con la naturaleza, con los otros hombres, consigo mismo y con su conciencia. O dicho en otras palabras, si sus películas están plagadas de imágenes obsesivas, planos secuencia y travellings infinitos es porque se trataba de "esculpir el tiempo" en cada plano para que fueran las expresiones y no el montaje quien marcara los cambios de ritmo. » Pedro Jesús Fernández es autor de Peón de Rey (Alfaguara).
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  • Pienza atrae a cineastas y artistas en busca de un entramado que refleje el ideal urbanístico del Renacimiento
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  • Un escenario ideal para "Romeo y Julieta"
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