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  • Antes era casi una obligación que el turismo rural ofreciera como escenario un pueblecito, una finca rústica o una perdida montaña donde pervivieran las tradiciones populares. Ahora basta con no instalar un hotel en el centro de una gran capital, pues una carretera bien asfaltada y un terrenito en las afueras de Els Reguers, cerca de Tortosa, cumplen perfectamente para el menester de una escapada de fin de semana. Eso es Panxampla, una recreación sin fuste de un molino del siglo XVIII bajo la advocación épica de un bandolero alfarenc (originario del vecino pueblo de Alfara de Carles, en las faldas del parque natural de Els Ports) al que su glotonería le jugó una mala pasada. Acusado por un convecino de haber robado cuatro sacos de algarrobas, Joanet Pujol Fontanet fue a buscarle a la taberna y le descerrajó un tiro en la nuca, tras lo cual buscó refugio en los puertos de Beceite durante tres años, hasta que fue apresado por la Guardia Civil y ajusticiado el 16 de junio de 1883 en Tarragona. Apenas queda ningún relicto de este hecho en el lugar, salvo su nombre y el regusto por el apetito culinario que lo llevó a la tumba. Panxampla es, antes que hotel, un restaurante con cuatro habitaciones no tan significativas como coloristas, que hasta en eso sigue al pie de la letra el viejo manual del hotelero rural autosuficiente. Tramuntana, Gregal, Mestral, Llevant... Cada una está dedicada a un viento de los que soplan en la región. La primera, más luminosa, despliega su lencería blanca sobre la cama de látex. A la segunda le cuelga el televisor del techo. La tercera se reconoce por un pie de cama ostentoso y un arquillo al fondo, dentro del cuarto de baño. En fin, Llevant es la más conseguida, alegre y limpia, con un óvalo de espejo junto a la cama. Porque, ya lo hemos dicho, el verdadero interés de Panxampla reside en el comedor, reducto del antiguo molino, presidido por la piedra catalina que ejercía la molienda. Los desayunos, aquí, no se olvidan. Máxime cuando el desperezo dominical trae sobre la mesa embotits del país acompañados por una jugosa tortilla y pa amb tomaquet. Y qué decir de la cena: chuletas de cordero con alioli meloso, becada trufada con foie y, en temporada, una calçotada como las que hacen honor al Alt Camp tarraconense. Todo esto se marida con Morlanda, Clos Martinet, Vall Llach, Miserere y otros vinos insólitos, por sus altos vuelos, en un establecimiento como éste de tópicos rústicos e inexplicable etiqueta de turismo rural.
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  • 20090829
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  • HOTEL RESTAURANTE PANXAMPLA, en Tarragona, cuatro habitaciones y una cuidada cocina tradicional
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  • Glotonería de bandolero
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