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  • El turismo en Málaga capital goza de buena salud gracias a la llegada del AVE, que ha obligado al rediseño de la estación María Zambrano y del complejo de ocio Vialia a su alrededor, todavía en obras, sobre cuyo tablero se eleva el divertido y rutilante hotel Barceló Málaga. No hace falta salir del andén para acceder, mediante una doble escalera mecánica, a sus instalaciones, un orbe multicolor y futurista de vericuetos orgánicos, bancadas de gresite rosa chicloso y cavernas gnómicas en PVC donde sentarse a tomar una copa. Es el denominado B-Lounge, diseñado por el talentoso interiorista y escenógrafo de hoteles-teatro Jordi Torres. Hasta los propios malagueños se toman el domingo para jugar a deslizarse por el tobogán metálico que une las dos primeras plantas con el lobby, iluminado de día desde la piel vidriada de la fachada, y de noche, mediante un sistema de LED por control remoto Lutron. El nuevo hotel del grupo Barceló está algo alejado del meollo urbano, delimitado por la catedral y la alcazaba. Incluso el aparcamiento es distante. Aquí la animación la pone uno, y el lugar ofrece las herramientas precisas. Tanto el tobogán como los espejos instalados en tres volúmenes por torres encajan en ese concepto lúdico y emocional que últimamente se promueven en la hotelería urbana. El punto de arranque es el rincón de Internet, en la primera planta, que nos arroja sobre la barra ambientada del B-Lounge. Sólo falta un disc jockey que ponga música al invento. El minimalismo sutil de las habitaciones introduce una nota de calma y cordura en la psicodelia del hotel. Camas de dos metros con sábanas de 200 hilos, wi-fi gratis, monitores planos de 32 pulgadas y duchas panorámicas Villeroy & Boch con hidromasaje y cromoterapia. En los lavabos, un selecto kit cosmético de Hermès. Algunas chapucillas de acabado van apareciendo, sin embargo, en ciertos lugares estratégicos, como el aparador minibar, que sufre un ligero desplazamiento sobre el eje de la entrada. O la asimetría no prevista en los cuadros de interruptores. Incluso el encajonamiento excesivo del mobiliario, que deja casi sin espacio a la alfombra circular, bajo un sillón de diseño rojo. Quien busque vistas al mar las obtendrá únicamente en las habitaciones impares; eso sí, interrumpida por las torres de la primera línea de playa. Huelga esperar un servicio a la altura del decorado, pues este Barceló quiere situarse entre los hoteles de mejor relación calidad-precio de la ciudad: 85 euros la habitación doble.
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  • BARCELÓ MÁLAGA, un hotel divertido y futurista en la estación
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  • Un tobogán al AVE
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