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  • Es sólo arquitectura, pero nos gusta. Barcelona tiene razón: para ser un destino turístico hay que merecerlo, acreditar que vale un desplazamiento, tener lo que hay que tener... Un edificio firmado por el Pritzker español Rafael Moneo. Como éste de la Diagonal, engastado en el complejo de ocio y negocios L'Illa, proyectado en comandita con los arquitectos Manuel de Sola-Morales y Lucho Marcial. A simple vista destacan sus hechuras en vidrio, acero inoxidable y mármol travertino. O el hormigón basalto y los lacados en blanco y negro que visten sus adentros. Un edificio, sin embargo, inadvertido en las formas, casi ausente en lo esencial..., como si quisiera huir del espectáculo iconográfico que se juega hoy en la ciudad para atraer al turismo internacional. Porque lo de Moneo no es un juego, sino un ejercicio de pura arquitectura. Limpio, con ventanales horizontales laminados que introducen en sus habitaciones la claridad mediterránea. Compacto, salvo en la permeabilidad de su fachada exterior, que filtra los ruidos de la calle. Funcional desde la perspectiva hotelera y como oficina para la clientela de negocios que visita Barcelona. Eficiente, como una verdadera máquina de habitar. Todos los espacios comunes del hotel guardan relación con esa fachada de huecos y voladizos que mira a la avenida Diagonal. En la planta PP, donde se abre un gran vestíbulo, adquiere protagonismo una escalera concienzudamente proyectada por Moneo para vaciar el edificio hacia los jardines traseros que lindan con la calle Déu i Mata, donde se sitúan las habitaciones más silenciosas. Ahí aparece el área multiusos NHube by Ferran Adrià, que no consigue en este caso mayor relevancia que la de un simple bar, más agradable en verano que en invierno. El desayuno tampoco pasa de ser correcto, capaz de satisfacer a las 600 personas que pueden llenar en una sola convención sus 308 habitaciones. Éstas son incontestablemente utilitarias, en la línea propuesta por el grupo NH. Ofrecen algunos pluses sobre sus hoteles de categoría media, como el piso de madera y una entrada de luz natural al cuarto de baño a través de un paño superior de vidrio con butiral gris. Y, desde luego, el ventanal apaisado sobre los intríngulis del propio edificio que distingue la simplicidad formal y el genio creativo del arquitecto. El aspecto lúdico queda bien cubierto en la azotea, donde una piscina minimalista regala la mejor panorámica de la Diagonal, y en el espacio adyacente que ocupa el spa Elysium, todo en vidrio y acero inoxidable, beneficiado por la luz natural que penetra por unos óculos cenitales resultantes de la desfragmentación de los planos de la cubierta.
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  • HOTEL NH CONSTANZA, el toque Moneo en el complejo L'Illa de Barcelona
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  • Arquitectura esencial
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