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  • La terraza más animada del verano malagueño traslada ahora su epicentro social al Café de Bolsa, en los mismos tuétanos del hotel Molina Lario, un off off (fuera de las tendencias más generalistas) imprescindible de la ciudad. Se pierde quizá la visión rutilante de la catedral -la popular Manquita: sólo tiene una torre-, pero la noche gana un espacio para cenar con más rigor y una barra informal de tapas y raciones, como una especie de frontera invisible entre el restaurante de siempre y el bar de copas. Todo es posible en este nuevo establecimiento apadrinado por la cadena catalana Gallery, cuyo principal mérito ha sido el explosivo idilio protagonizado con la ciudad. Jazz, flamenco, bossa, chill out... Los vecinos encuentran en el patio-terraza adyacente un espejo en el que mirarse, una atmósfera diurna en la que reflejarse, un local nocturno para ver y ser visto. Otro ejemplo de arraigo urbano es la amistosa convivencia, la fructífera cooperación, que este hotel mantiene con su vecino de enfrente, el AC Málaga Palacio. Si uno cuelga el cartel de completo, enseguida le desvía clientes al otro. Si uno celebra veladas musicales, todo el otro asiste. Así, entre ambos logran que la ciudad cuna de Picasso mantenga unos niveles de ocupación hotelera superiores al resto de España. El bullicio de la calle juega a su favor. A escasos metros se extiende el puerto, el muelle Heredia, la catedral antes citada y la Alcazaba. Media Málaga pasa junto a su puerta, casi en la unión de los dos edificios que forman el hotel, uno contemporáneo y el otro fruto de la rehabilitación de una residencia de vecinos del siglo XIX. Techos altos Entre ambos se distribuyen las 103 habitaciones. Las normales están ubicadas en el bloque de nueva planta, decoradas en roble, con almohadones anaranjados y azules oscuros, o violáceos y verdosos. Las superiores tienen querencia por los dos edificios, aunque las decimonónicas se lucran de unos techos altos y una ambientación en tono wengué. Los baños están separados de la alcoba con una cristalera grande muy llamativa. Sin embargo, el salón de las suites, con vistas al mar, exigiría un espacio más emocional y sensorial, en armonía con lo sugerido por otras áreas del hotel. Lo mejor de todo es el servicio, que agasaja al huésped como si estuviera en un hotel más pequeño y familiar. Signo de su extremada hospitalidad es la manera de abrir las habitaciones: una llave de peso en lugar de tarjeta magnética. Como en esos hoteles de toda la vida.
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  • Hotel Molina Lario, lo más animado y hospitalario de Málaga en el centro de la ciudad
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  • De copas en la azotea
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