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  • De los Pirineos a la Costa Brava, del nacimiento a la desembocadura, de la montaña al mar. El río Ter ya tiene quien le camine gracias a la apertura de una ruta senderista (225 kilómetros) o cicloturística (204 kilómetros). Un apasionante recorrido para hacer en varias etapas descubriendo el patrimonio cultural, industrial y natural de este río al que han cantado tantos escritores y poetas catalanes como Josep Pla, Joan Margarit, Jacint Verdaguer, Pere Gimferrer y Santiago Rusiñol, cuyos poemas, escritos y palabras entran dentro de una de las rutas temáticas, la literaria, vinculadas al camino (se pueden descargar los textos en www.rutadelter.cat). Los amantes de la bicicleta comenzarán a pedalear en la estación de esquí de Vallter, a 2.150 metros de altura, y cruzarán 39 municipios, atravesarán el río en 22 ocasiones y tardarán entre cinco y siete días. Por su parte, los andarines recorrerán 225 kilómetros desde el refugio de Ulldeter, a 2.236 metros, pasarán por 40 municipios a través de senderos, vías verdes, caminos históricos y algunos tramos de carretera y tardarán entre ocho y diez jornadas en las que cruzarán 25 veces el río. Hay mucho que ver, que sentir y aprender en el camino porque a esta iniciativa de turismo activo van asociadas distintas rutas temáticas, además de la ya citada ruta literaria, realizadas por el Consorcio Alba-Ter, institución que enmarca a los municipios de la cuenca del río e impulsora de esta nueva ruta fluvial. 01 Puentes, fábricas y electricidad Escribía Rusiñol: "El Ter es un río bien catalán. No es un río gandul, es un río que trabaja, que se gana el pan". Y tenía razón porque sus aguas han sido y son aprovechadas al máximo a juzgar por los más de 500 elementos que hacen referencia a la arquitectura fluvial y que amenizan el paseo del viajero; puentes góticos como los de San Joan de las Abadesas y el de Sant Julia de Llor, puentes de hierro como el de Flaça, construido por la casa Eiffel en 1877; esclusas como la Colomers, del siglo XV, o canales como el de Setcases, y la impresionante presa de Sau, con su enorme embalse, de donde surge la torre de la iglesia del pueblo de San Román, que duerme para siempre en el lecho del río. Los amantes de la ingeniería y arquitectura industrial disfrutarán con centrales hidroeléctricas como la de Montesquiu y con fábricas que hablan del esplendor de la industria textil catalana representadas, entre otras, por la fábrica de Can Sanglas, en Manlleu (hoy Museo Industrial de Ter), y la de Burés, en Anglès. Por no hablar de los hermosos y prácticos molinos que jalonan el cauce del río, las colonias industriales que acogían a los trabajadores de las fábricas y los lavaderos donde las mujeres acudían a lavar la ropa. 02 Marismas para el martín pescador Gran diversidad de paisajes, flora y fauna al salvar casi 3.000 metros de desnivel: desde el paisaje de alta montaña hasta el nivel del mar, y todo en 200 kilómetros. La ruta transcurre por numerosos espacios naturales protegidos, como las cabeceras del Ter i del Freser, las Guilleries, la Serra Cavallera y las marismas del Baix Ter, entre otros. Y, por supuesto, es rico en diversidad animal y están señalizados en la ruta y seguramente se topará con alguno de los 40 tipos de aves existentes, como el martín pescador, la garza y una gran variedad de ánades. Todo un espectáculo natural protagonizado por fauna y flora. También encontramos señalizados los lugares de interés geológico, como las impresionantes placas y estratos de la Costa de Vilar, en Vilanova de Sau. 03 Historias de inundaciones Es otra manera de verlo: las crecidas del río han hecho estragos en las poblaciones ribereñas. A lo largo de la Ruta del Ter encontramos numerosas huellas que las inundaciones han dejado, a lo largo de los siglos, en este territorio. Los estragos causados por las aguas están presentes en la mente de la población de más edad (sobre todo las de la inundación de octubre de 1940, una de las más destacadas, que dejó 90 muertos, 58 puentes destruidos y 165 industrias afectadas). Algunas de las huellas las encontraremos en la calle de Valencia de Camprodón, que sufrió de lo lindo con las inundaciones de 1617 y de 1940; también la central de Can Brandia, en Sant Pau de Segúries, conserva las marcas de los niveles que alcanzó el agua en varias inundaciones. Y de la tragedia a las soluciones, porque podemos conocer también las obras hidráulicas que se han construido para evitar desperfectos por la crecida del río. 04 Parada y fonda Los pueblos que jalonan el río servirán, sin duda, para el descanso y el yantar del caminante. Algunos, los más, merecen también una visita en toda regla. Entre ellos destaca (por orden geográfico, de los Pirineos a la costa) Camprodón, con su puente del siglo XII, y uno de los lugares emblemáticos de veraneo de la burguesía catalana ya desde el siglo XIX; Ripoll, que fue uno de los centros monacales más importantes de la Cataluña medieval; Oris, un pequeño pueblo con una antigua colonia textil modernista; Les Masies de Roda, con visita obligada al monasterio de San Pere Casserres; Anglés, con su magnífico barrio gótico y la fábrica Burés; Girona, con su judería y sus paseos maravillosos; el espectáculo natural de Sant Julià de Ramis, para terminar en Torroella de Montgrí, con un bonito casco histórico. Unos pocos kilómetros más y el río Ter llegará al mar.
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  • A pie o en bicicleta, el río Ter propone una ruta catalana cargada de naturaleza, centrales eléctricas y localidades como Camprodón y Ripoll. De los Pirineos a la costa, 200 kilómetros muy fluidos
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  • Una ribera con mucho enchufe
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