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  • María Rosa Fisas puso rumbo a Galicia desde su Venezuela de adopción hasta topar con una casona de piedra levantada por un indiano en 1907 que había sido reconvertida, un siglo después, en un acendrado hotelito rural a cargo de una pareja de madrileños. La soledad enxebre y los días lluviosos a los pies del Mondigo, en la vertiente lucense del Eo, determinaron el cambio de propiedad para alegría de la actual posadera, metida en obras incluso a pata galana. El arquitecto Jesús Castillo Oli le está diseñando una suite-chillout-observatorio telescópico que será la envidia de los viajeros astrónomos y un pajar sensorial que, a buen seguro, figurará en los libros de arquitectura rural contemporánea. Con sus aleros de pizarra, sus agujas esquineras en granito y unos ventanucos protectores del orvallo, solitaria en un prado de media hectárea, la casa promete quietud, amor y aroma silvestre. Cuesta llegar a ella entre los sinuosos senderos jalonados de huertos y el sube-baja por los montes de eucaliptos con leves incrustaciones de nogales y castaños. A la vista queda el sesgo agrícola de su pasado: hórreo, pajar y lareira, la sobria rusticidad del campo. Calurosa acogida Pero si algo se significa más que la estampa bucólica del lugar es la calurosa acogida de la catalano-venezolana Fisas, una asidua de Facebook que engatusa a los clientes desde el otro extremo del monitor. Sus diálogos con el supuesto espectro de Doñano, Jesús Millares, suscitan interés y cierta complicidad en la red. Lo mismo que en la pura realidad, cuando María Rosa en persona sale a la puerta a recibir a sus huéspedes, truene, diluvie o haga sol. Tres salones contiguos de sofá y chimenea favorecen el encuentro. El trámite es rápido, salvo que se acepte un refrigerio antes de descubrir los nueve dormitorios, todos diferentes y personales, aunque algo necesitados de un retoque minimalista. O aligeramiento de banalidades rústicas, ya que la casa se sobra en aromas de hogar. Un viejo nogal sombrea la fachada trasera. Para qué más penumbras. Un dulce despertar aguarda al inquilino no importa a qué hora del día siguiente. Ubicua como ella sola, María Rosa sirve también los desayunos con inspiración maternal y una total predisposición por las suculencias de la Mariña gallega con un toque de fusión caribeña.
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  • CASA DOÑANO, el hogar de una soñadora en la Mariña de Lugo
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  • El pajar sensorial
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