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  • Cuatro años después de su inauguración, el hotel que asombró a los medios internacionales por su inusitada propuesta arquitectónica merece ya un sosegado balance. Muchos advirtieron el error de su emplazamiento periurbano en un Madrid que vive lo mundano básicamente en su almendra central. Otros criticaron la desorbitada inversión llevada a cabo por los responsables de la cadena Silken, que contrataron sin miramientos a una pléyade universal de 18 arquitectos y diseñadores muy excedidos en su caché. Hoy, los números no salen, y sus datos de ocupación figuran entre los más precarios de la hotelería cinco estrellas en la capital. A su favor cabe destacar, sin embargo, el formidable caudal de tinta que ha generado el experimento desde la perspectiva del marketing, mayor que ningún otro hotel en el mundo. Sus réditos publicitarios se han extendido por toda la cadena. Y lo más reseñable: este laboratorio de interiorismo ha inspirado a una nueva hornada de hoteles design. Dos plantas, las diseñadas por Zaha Hadid (primera) y Ron Arad (cuarta), reclaman la atención prioritaria de la clientela. Son las más sorprendentes, las más solicitadas. Los dormitorios firmados por la arquitecta británica de origen iraquí -reconocibles en sus formas orgánicas... ¡y voluptuosas!- nos trasladan a las extrañas naves de La guerra de las galaxias. Especialmente los blancos, construidos en fibra LG Hi-Macs, cuya zona de baño -¡irresistible!- provoca vértigo. Por su parte, los dormitorios del israelí (que ha diseñado lo más arquitectónico de todo el hotel) se conforman en torno a un paramento central al que se fija todo el mobiliario, incluida una cama redonda frente a una pantalla de cine. En lugar de una habitación rodeada de paredes, el ingenio de Arad traza una pared que se rodea de la propia habitación. La lista de artistas es elocuente del alto presupuesto empleado: Norman Foster, Arata Isozaki, Richard Gluckman, Marc Newson, David Chipperfield, Katryn Findlay, John Pawson, Plasmastudio, Javier Mariscal... Sólo la planta encargada a Victorio y Lucchino, fuera de contexto, ha resultado a día de hoy un fracaso. Polémica ha sido también la intervención del Pritzker francés Jean Nouvel, autor de la fachada en tecnicolor del hotel, un estallido visual cuando se entra de noche en Madrid desde la autovía de Barajas. Pero sus suites de la planta 12 evocan el refinamiento de los shogi (biombos japoneses), y su ático con piscina es una terraza imprescindible en los veranos de la capital. Tan concurrida como el restaurante Lágrimas Negras, diseñado por Cristian Liaigre y oficiado por el chef José Luis Estevan. Aunque nada resulta tan divertido e insospechado como el garaje coloreado por Teresa Sapey, convertido ya en el icono definitivo del hotel.
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  • SILKEN PUERTA AMÉRICA, un experimento en Madrid cuyo éxito mediático supera las cifras de ocupación
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  • Zaha Hadid, la más deseada
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