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  • ¿Casita de ciudad? Más bien, la Town House de Irene Westerberg parece el insólito avatar de un hotelito campestre a la sueca en misión por el planeta Marbella. No por ese escaparate decadente de la jet-set playera, sino en medio de la pintoresca Marbella de otras épocas, cuando apenas era un pueblecito de pocas casas alrededor de una plaza de los Naranjos sin terrazas, bares, restaurantes, joyerías o agencias inmobiliarias. Aquí los malos de la película no pisan siquiera en invierno el escenario floral y de ensoñación clásica que ha recreado el interiorista sueco Kjell Sporrong en su interior, inesperado entre tanta construcción de tildes arabescas o romanizantes. Rigor y sencillez de hogar es su lema. Un ambiente fino, nada reclamante, muy sobresaliente. Un patio de luces mínimo ayuda a situarse. Estamos en el corazón de la Marbella incógnita, sin más artificios estéticos que un poquito de buen gusto y unos tics gustavianos lógicos en quien procede de la gélida Europa. La calidez reside en las tapicerías, en los tejidos que abrigan las camas y en los cortinajes que enmarcan las ventanas. Nueve habitaciones repartidas en cuatro plantas configuran lo esencial del alojamiento. Algunas, en estilo colonial; otras, de porte más elegante. Suelos de mármol, estucos finos, butacas de piel, espejos dorados, cuadros nórdicos, adornos vegetales, paredes blancas, edredones mullidos... Y, a ras de calle, decorados con el mismo pálpito, un pequeño intríngulis de salones para leer o meditar, conversar por lo bajini y, desde luego, anticiparse a una cena en Puerto Banús con un aperitivo noble. Maria Lundgren, amiga de la dueña y gerente del hotel, ya se ocupa de que nada falte. Otro ambiente más informal es el que se respira en la azotea-terraza, desde la que casi tocamos los campanarios marbellíes y, en un ángulo, la sierra Blanca, icono tradicional de la ciudad. De noche, el frescor del azahar impregna los cojines de color crema y edulcora el dry martini que la clientela de mayoría centroeuropea liba entre susurros somnolientos. La propietaria ha abierto en la playa de Calahonda, dentro del término municipal de Mijas, aunque en la misma línea costera de Marbella, otro hotelito con encanto de similares características, The Beach House. El complemento ideal, con piscina al borde del mar, para unas tranquilas vacaciones de verano.
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  • Diario El País S.L.
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  • The Town House, nueve habitaciones cómodas y tranquilas e interiorismo sueco en el centro histórico de Marbella
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  • Un refugio inesperado
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