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  • El pasado otoño, el lobby del María Cristina fue plató de cine y escenario de sesiones fotográficas. ¿El festival, como todos los años? Ni mucho menos. El espectáculo lo dieron los 32 cocineros japoneses, invitados de honor del congreso Gastronomika de San Sebastián; entre ellos, el gran Ishida, tótem de la cocina tradicional kaiseki. No pararon de hacerse fotos en el que hasta la fecha ha sido el hotel emblemático de la ciudad, exponente máximo de la belle époque donostiarra, inaugurado en 1912 para solaz de las familias reales europeas. Situado junto al teatro Victoria Eugenia, sede del certamen cinematográfico, atrajo desde el principio a lo más granado de la aristocracia internacional: Alfonso XII, Faruk de Arabia, la reina de Bulgaria, Coco Chanel, Bette Davis, Elizabeth Taylor, Sophia Loren, Woody Allen y una larga lista de caras conocidas de Hollywood. En los años ochenta, tras varios lustros de abandono, el Ayuntamiento invirtió una fortuna para devolverle su esplendor: escalones de mármol, arañas doradas, figuras de porcelana, alfombras orientales, retratos al óleo... Un verdadero palacio de referencias clásicas, a veces florentinas, otras napolitanas, con pilares y muros revestidos con la técnica del spugnato (con esponja). Impresiona la luminosidad en la veranda acristalada del Café Saigón, orientada sobre el Urumea y un tramo de mar Cantábrico compartido con el Kursaal, la gran obra de Moneo. A este arquitecto habría que invocar en la renovación que el edificio entero demanda hoy, cumplidos ya los 25 años de su vuelta al trabajo como hotel de lujo, gestionado por el grupo norteamericano Starwood. Sus salones y corredores han soportado ya mucho tacón alto, innumerables maletas. Sus habitaciones sufren el desgaste de tanta alcurnia, tanto cosmético fino, en los cuartos de baño, en las camas, en los festones estarcidos de sus cabeceros y, más aún, en los sillones palaciegos, despellejados por tanta molicie egregia. Quizá porque aún no ha nacido el hotel que lo sustituya, el María Cristina duerme en el limbo postinero de una época que define el carácter romántico de San Sebastián. A este gran ceremonial del lujo embalsamado contribuye su equipo de servicio Les Clefs d'Or, pulcro como pocos, endomingado como ninguno, con ese regusto de antaño por el protocolo. La mejor prueba es arribar frente a la escalinata de entrada, entregar las llaves del coche al portero de librea y dejarse agasajar, previo trámite de rigor en recepción, hasta el cuarto piso, donde se ofrecen los mejores dormitorios, presididos por la suite Royal Terrace, bajo la cúpula octogonal del restaurante Easo, un must de la ciudad.
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  • Hotel María Cristina, casi cien años de ceremonias en San Sebastián
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  • En la alfombra roja
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