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  • La vida es un cabaré, viejo amigo; ven al cabaré. Un café teatro de los sueños como éste, evocador del Berlín de los últimos días de Weimar o del París fragante a Chanel Nº 5, se merece un maestro de ceremonias (Willkommen!) tan versado en los años treinta como Miguel Ángel Fernández. Periodista, editor, anticuario, mecenas y curator de un museo belle époque en el interior de su particular Utopía que reúne más de 2.000 piezas conmemorativas de aquella década superlativa para las vanguardias artísticas europeas. Picasso, Le Corbusier, Mies van der Rohe, Robert Capa, Carlos Gardel, La Mistinguet, Josephine Baker... Todos encuentran aquí, en la localidad gaditana de Benalup-Casas Viejas -tocada por los sucesos que costaron la caída del Gobierno Azaña en 1933-, una vitrina hospitalaria para la utopía. Lo que ha diseñado este romántico de los paquebotes, la arquitectura Bauhaus, el cartelismo, los zepelines, el bandoneón tanguero y el swing de Glenn Miller, que sí corrió de verdad por los adoquines de Mayo del 68, no es ni mucho menos un hotel temático, aunque la variedad decorativa de sus habitaciones pudiera hacer pensar que sí. Tampoco se ha conformado con recrear un espacio de otro tiempo y revivir en él el ángel azul de sus glorias. Ni siquiera ha pretendido un negocio turístico capaz de enganchar a los nostálgicos de aquella Europa de preguerra. Fernández / Joël Grey se ha montado su propio garito, un proscenio onírico donde pasar la noche, y hasta la tarde y la mañana, sin dejar de aplaudir ante semejante muestra de altruismo cultural. Cada fin de semana, el público venido de todos los rincones de Andalucía se vuelca con los actores de este escenario canallesco. Una noche canta Mikel Erentxun, otra toca Chano Robles o baila Naima Bakkali. Lo de menos es dormir, aunque sus 16 habitaciones abriguen otros sueños igualmente ilustrados en la producción artística de los años treinta. Cada cual con su nombre y formato: Poetas, República, Art Déco, París 1937, Tango, Jazz, Cabaret, Estrellas, Zeppelin, Paquebot, Estrecho, Tánger, Casas Viejas y, claro está, Utopía. Desayunos de verdad Lo prosaico del hotel también está al cuidado del mecenas utópico, respaldado por un equipo de mujeres y un portero de noche cultivado en la temática del lugar y al gusto de una Charlotte Rampling virtual. Los desayunos de la casa provocarían la envidia de muchos palacios, mientras las comidas se sustancian con una fórmula tan apetitosa como humilde: sopa de pepinos con hierbabuena y a correr... La utopía inacabada, la única posible.
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  • Utopía, el espíritu de los años treinta en la gaditana Benalup-Casas Viejas
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  • Noches de cabaré
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