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  • Hace dos años, a mi hermano Sam, que es arqueólogo, se le ocurrió seguir los pasos de Aníbal, el general cartaginés que partió de Hispania atravesando en una hazaña sin precedentes los Pirineos y los Alpes con la intención de conquistar el norte de Italia. Mi hermano quería seguir hasta Túnez y lo quería hacer en bicicleta partiendo de Cartagena, subiendo hacia el norte por la costa de España, recorriendo Francia, pasando por los Alpes, atravesando Italia y cruzando el mar Mediterráneo (en barco, claro): ¡más de 3.500 kilómetros en bicicleta! Con cierta inquietud, yo, un periodista que trabaja en Madrid, y nuestro otro hermano, Ben, que trabajaba en el sector de las tecnologías de la información en Sidney (Australia), decidimos acompañar a nuestro hermano pequeño. Al canal de televisión británico BBC también le gustó la idea, y en septiembre salimos de Cartagena, la capital del imperio cartaginés en España, con un equipo de televisión y tres bicicletas en una aventura que duraría 10 semanas. Aníbal probablemente sea más célebre en España que en cualquier otro lugar; en Cartagena hay unas fiestas de cartagineses y romanos, y en el Museo de Cera de Madrid Aníbal es la primera figura que uno se encuentra al entrar. Un amigo español me lo explicó muy bien: mucho antes que Ernest Hemingway y David Beckham, Aníbal, que había nacido en Cartago en el año 247 antes de Cristo y que murió en 183, fue el primer famoso de fuera que vino a España. Lo que viene a continuación es un relato de una de las etapas más sorprendentes de nuestra aventura: los 90 kilómetros que separan Ristolas, en los Alpes franceses, de Piasco, en el Piamonte, Italia. Un auténtico nirvana para unas vacaciones en bicicleta en busca de aventuras. La subida El hecho por el que Aníbal es más famoso es que cruzó los Alpes con su ejército y sus 37 elefantes de guerra. Nosotros también tuvimos que hacerlo, pero con bicicletas en lugar de los grandes paquidermos. Hay muchas teorías sobre la cima que escogió Aníbal para cruzar los Alpes y pasar a Italia. Nosotros probamos con cuatro puertos, siempre con nuestras bicicletas, a veces a cuestas. Uno de ellos fue el puerto del Col Agnel, situado en la zona conocida como los Altos Alpes Franceses. Iniciamos esta etapa en el pequeño pueblo de Ristolas, donde las montañas ya son muy grandes y se elevan hacia el cielo, con sus superficies cubiertas de densas alfombras de pinos verdes. En invierno, Ristolas se llena de aficionados que van allí a esquiar, pero en octubre apenas hay gente, excepto, al menos este año, una convención de moteros que se alojaban en el mismo albergue que nosotros. Nuestro medio de transporte era muy distinto del suyo, más clásico y perfecto para un viaje largo y lento, por así decirlo. El único problema serio que tuvimos fueron los pinchazos, y, en realidad, tampoco tuvimos tantos. Así que nos fuimos de Ristolas muy confiados por una tranquila carretera -la D947- y, al cabo de unos 15 kilómetros, pasamos por el Château Fort Queyras. Este castillo medieval tiene un aspecto imponente desde lejos porque se encuentra sobre una gran roca pelada, dominando el valle. Allí giramos a la izquierda con las bicicletas para tomar otra carretera, todavía más tranquila que la primera, donde el paisaje cambió radicalmente. Los pinos desaparecieron y la vista desde las bicicletas eran unas grandes colinas a lo largo de un enorme valle de pastos, hacia las montañas cubiertas de nieve que se erguían en la distancia. Iniciábamos una lenta y dolorosa escalada hacia la cumbre del Col Agnel, que tiene una altitud de 2.700 metros. El dolor fue un perseverante compañero de viaje. Cada bicicleta (con cuatro bolsas para ropa, utensilios de cocina, tiendas y libros sobre Aníbal) pesaba unos 25 kilos. ¡Sufrimos mucho! En esta solitaria carretera que pasaba por granjas y pequeñas aldeas nos detuvimos en un monumento, básicamente una piedra con placas, una de las cuales hacía referencia a que Aníbal y sus elefantes pasaron cerca de allí en el año 218 antes de Cristo. También mencionaba al general francés Guillaume, que estudió la zona en busca de posibles rutas de Aníbal. Hacía mucho frío, pero cuando finalmente alcanzamos la cumbre del Agnel, la vista hacia Italia era increíble, sobre todo por el pronunciado desnivel, que era muy, muy abrupto (como los paisajes de El señor de los anillos). Una panorámica similar ayudó a Aníbal a levantar la mermada moral de sus tropas y seguir su gran hazaña militar, según relata el historiador griego Polibio: "Al noveno día llegó a la cima de estos montes, donde acampó y se detuvo dos días para dar descanso a los que se habían salvado y esperar a los que se habían rezagado. (...) Poniéndoles a la vista las campiñas que riega el Po, recordándoles la buena voluntad de sus moradores y señalándoles al mismo tiempo la situación de Roma recobró de algún modo el espíritu de sus soldados. Al día siguiente levantó el campo y emprendió el descenso". Goya imaginó el momento y lo plasmó en un cuadro pintado en 1770 (que está actualmente en manos de la Fundación Selgas-Fagalde). La bajada Descender en bicicleta no era tarea fácil; teníamos que apretar los frenos con tanta fuerza que nos dolían las manos, y tuvimos que parar varias veces para relajarlas. Luego seguimos bajando, y bajando, y bajando, durante más de 50 kilómetros, atravesando pequeños ríos y pueblos del valle del Po. Después de escalar el Agnel a una velocidad de menos de 10 kilómetros por hora, ahora íbamos a una media de unos 40. Era fantástico. Paramos para recuperar fuerzas con un rápido refrigerio, que nos comimos junto a una iglesia local. Luego tomamos café en un pueblecito, el primero que visitábamos en Italia. Todavía nos quedaba un buen trecho hasta llegar a nuestro destino. Continuamos unas horas más por carreteras, ahora llenas de tráfico, hasta que llegamos a Piasco. Después de que mis hermanos consultasen algunas cosas en una oficina de correos, descubrimos un lugar en el que quedarnos y, lo más importante, un restaurante italiano con una comida estupenda y mucho ambiente. Esa noche dormimos muy bien.
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  • Tres hermanos cruzan los Alpes a dos ruedas siguiendo la ruta aproximada de Aníbal
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  • Bicis en lugar de elefantes
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