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  • Los nuevos hábitos viajeros acaban imponiendo nuevas reglas en el hospedaje urbano. Como la del agasajo personal en una casa de pocas habitaciones, generalmente situada en el centro histórico, más estilosa por dentro que por fuera, de caché elevado, que no puede llamarse hotel, ni hostal, ni siquiera pensión de familia. En su hogar, la aristócrata e interiorista Marta Medina se ha esmerado para que todo instile historia, hospitalidad y noble comodidad. Exquisitas credenciales de quien en su día alumbrara la palaciega Casa de Carmona, cerca de Sevilla, y ahora regenta su más burguesa Casa de Madrid, frente al Teatro Real y a dos pasos de la plaza de Oriente. Sin grandes instalaciones como spa o gimnasio, ha puntualizado The New York Times en su último repaso de los sitios más estimulantes para alojarse en Madrid. Cómo iba a haberlos, si la idea inicial de su propietaria fue abrir una residencia para amantes de la música... En ella han dormido y afinado sus gorgoritos divos de la ópera como Waltraud Maier o Plácido Domingo, entre otros. Medina en persona los recibía, como hoy recibe a todo el mundo, en una pieza elegante decorada con bustos, frescos, bodegones, tapices, cojines de Samarkanda, mármoles de Carrara, cristalería fina, amén de un mobiliario de muchos quilates. Una escenografía teatral para rubricar la alcurnia del edificio, construido a finales del XVIII. Cada una de las siete habitaciones expresa lo vivido por su propietaria en sus viajes y su concluyente predilección por el mundo clásico. La Griega acompaña a Alejandro Magno en sus conquistas a través de su escudo macedonio y un mural que recrea las ruinas de un anfiteatro dórico. La Azul ilumina la casa con su pavimento en romboides y unos rigurosos grabados de Piranesi. La India se inspira en ornamentaciones vistas en el Taj Mahal. La suite Damasco entremezcla las inscripciones árabes y los alabastros egipcios con las terracotas griegas y dos balcones orientados al Palacio Real. Cuarto Zen, Cuarto de las Hojas... El Cuarto Español, en fin, rinde tributo a Velázquez en dos evocadores retratos de infantas. Señora de su casa, Marta Medina invita religiosamente a sus huéspedes a una taza de té como preludio de alguna velada operística en el Teatro Real. El salón dispuesto al efecto está presidido por un clavicordio del siglo XVIII.
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  • Casa de Madrid, refugio secreto de melómanos junto al Teatro Real
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  • Una 'suite' para divos y divas
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