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Cómo han cambiado las cosas desde que, en los años ochenta, llegara a la Alpujarra el granadino Manuel Valenzuela, corazón libertario, cerebro cartesiano. Llamado por la geografía ondulada, rugosa y quebrada de la sierra de Contraviesa, y cautivo de amor por el viñedo, pensó que merecía la pena recuperar una tradición vitivinícola milenaria perdida, sin renunciar a los avances agrícolas y enológicos. Su mérito ha consistido en comprender que en estas tierras el viñedo debe alcanzar altura (1.280 metros) para estilizarse y ganar elegancia. Y plantarle cara al mar Mediterráneo para recibir su temperada brisa.
Tras un inicio vacilante, atrapado en la dialéctica tradición-modernidad, ha encontrado al fin su camino que integra, entre otras cosas, el cultivo ecológico de las viñas y la elaboración artesanal de los vinos en una bodega pequeña, pero bien dotada. Si ya destacó con su borgoñón granate, uno de los mejores pinot noir de nuestro país, sorprende ahora con un syrah de arrebatadora personalidad, envejecido en roble francés, que aporta la melodía barroca de sus maderas, tostados y especias. El abundante fruto maduro recuerda a la ciruela, la grosella, y la flor silvestre que se refresca con notas de menta.
En boca es suave y maduro, ardientemente goloso, concentrado y potente. Un syrah gallardo, con carácter.
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