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  • Después de tantas aperturas de hoteles en las zonas modernas de Córdoba, alegra saber que una mansión de su casco histórico acaba de ser remodelada para acoger huéspedes. Y no una casa cualquiera, sino la mismísima casa donde nació Góngora, construida en 1597 muy cerca de la mezquita, el palacio episcopal y el Alcázar de los Reyes Cristianos, una de cuyas dependencias ocuparía el núcleo actual del hotel. En su recuerdo, la propiedad ha creído oportuno decorar los interiores con adornos y muebles alusivos a la época, dada la fuerte demanda existente en este país de salones y dormitorios con recargo historicista. Choca, eso sí, verlo en un hotel autoproclamado de cinco estrellas, el súmmum del lujo en la Judería cordobesa. El restaurante, situado en las antiguas caballerizas del palacio de los marqueses de la Vega y Armijo, tiende por ese histrionismo nostálgico a convertirse en un simple mesón. Algunos famosillos ya han empezado a garabatear con su firma las paredes. En su descargo, el desayuno a la carta se hace también inolvidable, iniciado con un suculento plato de frutas recién peladas. Estanques y geranios Deambular entre los parterres y los soportales que dibujan este laberinto de casas y palacios, salvar los patios entrelazados entre pilares y capiteles de traza austera, descifrar los códigos del agua en el gorgoteo de los estanques y las fuentes, cantarle al geranio y al arrayán en sus macetas de barro... Todo lo vivido al raso puede constituir aquí una experiencia sonora, fragante, plácida y sensual. Córdoba misma. El servicio de habitaciones cumple con prontitud y saber estar. Quien sienta la asfixia de la saturación mobiliaria tiene a mano abrir de par en par las ventanas y encontrarse -no en todas las piezas, desde luego- de frente a la torre barroca de la catedral. Par con par... De vueltas adentro, los suelos de madera en la alcoba reconfortan en invierno y el mármol del baño refresca en verano. Las hay con artesonados de arabescos y cabeceros de cordobanes. También con mesillas de noche endebles y otras con escritorios dieciochescos y sillas isabelinas que compiten en altivez con unos monitores panorámicos de televisión (colgados en lo alto de la pared). Pero en todas sorprende la alta calidad de unas camas de tamaño regio, una delicia a prueba de insomnes. Nada rompe el silencio dentro y fuera de las estancias, ni siquiera en el vericueto de sus siete patios, lo mejor ambientado de todo el hotel.
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  • 20100417
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  • Nostalgia de Góngora
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