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  • Mayo y sus flores son los mejores atributos para el desierto de Almería. La noche, no demasiado calurosa todavía, invita a un paseo bajo las estrellas. O a gozar en silencio de los últimos aromas primaverales. Cualquier instante se recuerda con poesía en el entorno inmediato del parque natural del Cabo de Gata, por lo que cualquier cortijo es susceptible de ser transformado en un hotel inolvidable. Este, en los alrededores de Agua Amarga, cumple bien sus propósitos al hallarse aislado en un latifundio de siete hectáreas cuya antigua casa de labor, o lo que quedaba de ella, sirve hoy para dar alojamiento a quienes prefieren una alternativa más tranquila aunque cercana a la playa. Por la distribución de sus habitaciones en torno a tres patios con fuente y pilón, ambientados de colores terrosos, el cortijo se asemeja bastante a una hacienda mexicana con palmeras adosadas a su fachada. Hay un cobertizo junto a la piscina, un porche de esteras en el interior y un óculo sobre arco que enmarca con pulcritud los plenilunios. Aurora Cacho, la propietaria, cuida de que todo este escenario evoque la llamada del sur: barro y cal, pita y palmera, pimentero y algarrobo... Todo como en una película del Lejano Oeste. Los recovecos interiores prolongan esa sensación. Abundan los cestos de mimbre, las sillas de enea, unos potes usados como contenedores de gavillas, unas tinajas aceituneras como pies de mesa... Viguería a la vista Ambientes rústicos sin ningún pudor. Los mismos tópicos se reproducen en los dormitorios, ambientados con viguería a la vista, hornacinas de cabeceros, muebles de herencia, detalles florales y hasta moscas en verano. Sus nombres los delatan: Higuera, Acequia, Granada, estos tres orientados al patio del Horno; Pita, Chumbera, Buganvilla, Algarrobo, la Parra, que dan al patio de la Fuente; En medio y la Casita, de mayores dimensiones, con una cama doble en el ático, un salón, una cocina, un sofá cama en la planta inferior y un patio propio -la Palmera- con acceso desde el comedor. Dan ganas aquí de ducharse con un balde de agua y lavarse la cara con una jofaina. En un ejercicio de coherencia, los desayunos incluyen algunas elaboraciones caseras a cargo de la propietaria, que ofrece todos los jueves de verano en el patio Rosa unos animados conciertos de flamenco y jazz. Valga por ello un piropo.
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  • Diario El País S.L.
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  • CORTIJO LOS MALENOS, un respiro en el desierto del cabo de Gata
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  • Escenarios del Sur
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