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  • A este hotel jerezano le sobran algunas estrellas: no tiene siempre operativo su restaurante, el servicio es más bien escaso y entregado a labores burocráticas, la wifi no funciona en todas las habitaciones, y en los espacios abiertos, a veces tampoco. Pero esgrime nada menos que cinco luceros y es el último establecimiento urbano que ya le queda a la cadena catalana Prestige después de sus fiascos en Barcelona y en Lucena (Córdoba). Sigue abierto en estos tiempos inciertos porque a ver quién se resiste a los 55 euros que cuesta la habitación doble... O los 105 euros de la suite más cara, la 404, con vistas a los tejados de la ciudad. Jerez no es Roses, pero diríase que el Palmera Plaza de la capital del vino se gestiona como un hotel de playa con los tics propios en recepción de quien aguarda la llegada de un autocar. Solo que no hay autocares capaces de entrar por su portalada y los vehículos privados se confinan sin mucha indicación en un amplio espacio demediado por barriles de solera en desuso. Este establecimiento se levanta (a medio trecho entre el museo taurino y el Palacio del Tiempo, una exposición antológica de relojes), sobre una antigua bodega de jereces que parece haber guardado espumosos. Su fachada en herradura, abrazada a un gran patio con palmeras, ha sido diseñada con los arcos, volutas y rejerías propios de otra época, sin renuncia del lechoso contraste que le aporta la carpintería de PVC ni el albero andalusí que la recubre por completo. Los interiores no mejoran esta postal de falsos recargos, fiel al señorío tópico de la ciudad. A la izquierda del vestíbulo se encuentra el restaurante El Marqués, hoy utilizado nada más que como salón de banquetes y "salita" de desayunos, tan ramplón en su ambientación que ni siquiera lo achica un biombo para guarnecer su insulso bufé. En la bodega ha sido habilitado, sin embargo, un salón de convenciones capaz de albergar a... 850 personas. Tampoco sus habitaciones se salvan de la cursilería reinante, aunque matizada agradablemente por el mobiliario de wengué, el suelo de parqué, cama ancha y un equipamiento de gran categoría que incluye bañeras de hidromasaje en esas cuatro suites tan económicas, con terraza y vistas a la colegiata. Puede que, después de todo lo desabridas que son las zonas comunes, en estas piezas se respire la tranquilidad y el retiro hoy imposible de disfrutar en el centro histórico de Jerez.
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  • PRESTIGE PALMERA PLAZA, un hotel sobre una antigua bodega
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  • Jerez, sin arruinarse
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