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  • Aunque su construcción no estuvo exenta de polémica, lo cierto es que el World Trade Center barcelonés goza de un emplazamiento espectacular, en un muelle central del Port Vell, ya convertido en el epicentro financiero de esta parte del Mediterráneo. Desembarcar aquí, tras un crucero de verano, y embutirse en este complejo arquitectónico sin apenas salir del malecón es un lujo impagable que cada vez más cruceristas anotan en su cuaderno de viaje. Ieoh Ming Pei, el arquitecto que proyectó la pirámide del Louvre y premio Pritzker en 1983, ideó un edificio troncocónico partido en cuatro con una espaciosa plaza interior, dos estaciones marítimas, un paseo arbolado y un enorme aparcamiento subterráneo atiborrado los fines de semana, cuando el copeteo nocturno invade la zona colindante del Maremagnum. En total, 130.000 metros cuadrados de vidrio y hormigón para dar servicio a multinacionales y eventos de interés comercial, que es lo que define a todos los trade centers del mundo. Un macrocomplejo así no tendría sentido sin un hotel de lujo que albergara a tan cosmopolita clientela. Y eso fue lo que entendió el grupo Hotusa con su división de hoteles Eurostars. A diferencia de otros establecimientos del grupo, este apabulla menos por dentro de lo que parece por fuera. En parte, porque solo ocupa una de las cuatro torres del complejo, con sus ocho plantas. Y en parte porque el trabajo del interiorista Josep Juanpere ha suavizado la volumetría mediante una colección de arte que aplana el edificio con la transición horizontal de las obras expuestas: un mural de Ràfols Casamada, una escultura de Subirachs y fotografías del archivo personal de Xavier Miserachs. Aquí lo que menos importa es cómo se vive o cómo se come (la cocina destila poco gusto), ni siquiera cómo se duerme (el puerto tiene sus noches de agitación). Una pulsión urbana se apodera de los huéspedes desde que entran en su habitación; mejor dicho, desde que salen al balcón a respirar sal de mar con una copa en la mano y se topan de bruces con sus homólogos de la suite espectacular del transatlántico atracado frente al hotel. Porque todo aquí es de enormes dimensiones, de calidad mobiliaria ostentosa, de minimalismo de libro, de mediterraneidad subjuntiva, en fin, de World Trade Center norteamericano, pese a los lamparones frecuentes en las alfombras. Discreto, sigiloso, eficiente en sus funciones, el personal de servicio deja un buen recuerdo gracias a su devoción por los detalles. Desde la recepción hasta el arrastre de las maletas hasta las habitaciones.
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  • Eurostars Grand Marina, en el rascacielo de I. M. Pei de Barcelona
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  • Balcón al mar
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