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El director argentino Daniel Burman, que acaba de estrenar el filme Dos hermanos, narra un emotivo y divertido viaje a Polonia en busca de sus raíces.
Viaje a la tierra de sus abuelos.
Lo que yo llamo turismo de reconstrucción. Me documenté para una historia sobre dos comediantes judíos polacos que se unieron al ejército soviético en la II Guerra Mundial, y conocí la Varsovia de mis abuelos.
Emocionante...
¡Y tanto! ¡Descubrí que me parezco a la mayoría de los polacos mayores de 30! Fue un shock. También visitar lo poco que queda del gueto judío donde vivieron mis abuelos.
Dicen que Varsovia es pura nostalgia.
Incluso los restaurantes tienen el aroma de antaño. Lo malo es que no leo polaco y me metí en todos los que servían pierogi, una especie de ravioli nada ligero, y acabé harto y empachado.
Así que cambió de escenario.
Sí, pero fue duro, porque fui a Auschwitz y Birkenau. Me asombró que se han construido chalés con vistas al campo de concentración. Los terrenos son baratísimos. Menos mal que Cracovia es más benévola.
Y tiene juerga universitaria.
¡Y que lo diga! En el baño de un restaurante vi dos lavabos. En uno de ellos había un dibujo de un hombre vomitando. Un amigo me dijo: "No es una broma. Es el vomitorio. Aquí es costumbre". Quien vaya a Cracovia, que mire dónde va a lavarse.
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