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  • Vivir en la frontera siempre tiene su aquel. La línea del Guadiana separa y une dos orillas de ese mismo todo que es el turismo. A un lado, la Costa de la Luz, los interminables kilómetros de playas que secundan a Huelva. A otro, el Algarve portugués. Y en medio, Ayamonte, mirador exclusivo de la desembocadura del Guadiana y el puente atirantado que lo atraviesa, obra del ingeniero José Luis Cancio. Era obvio para aquel ministro de Información y Turismo que fue Fraga Iribarne que sobre esa atalaya vigía de ruinosa herencia castellar debía erigirse un parador de turismo. No un Exin de almenas repulidas, ni un baluarte con yelmos y armaduras, sino un edificio funcional y luminoso que apenas se dejase ver en la cima del barrio ayamontino de la Villa. Espacio y luz Desde 1963, el parador de Ayamonte ha venido cumpliendo el objetivo. Puede que su diseño no le haya hecho merecedor de un premio, pero nadie se podrá quejar aquí de falta de espacio ni de luz. Sobra en las zonas comunes, de día algo desabridas, y en casi todas las habitaciones, gracias a sus ventanales panorámicos. Una sensación lumínica aún más poderosa desde la última reforma, que provocó en sus interiores una verdadera algarabía de colores: paredes pintadas de azul celeste y verde las han segado butacones retapizados de rojo, alfombras geométricas en rojos, verdes y azules intensos, sillas, sillones y sofás a cuadros, listados, estampados, laceados... En fin, una mezcolanza vintage urgida para la foto en revistas de decoración. Estos grandes espacios se descuelgan en varios seminiveles hacia el jardín, donde cabe disfrutar en verano de la piscina o de unas escuálidas palmeras en la terraza, siempre con el puente de Portugal a la vista. Diversos artistas tienen la oportunidad de exhibir periódicamente sus lienzos en los salones, como los que firma estos días la gallega Ana María Sanz Tineo. Es el aperitivo indispensable tras un desayuno más generoso de lo normal en el comedor que cierra por detrás el edificio. Aquí oficia el chef Juan Cristóbal García Pedrosa, exponente de una cocina y un servicio que informa del gran trecho de calidad recorrido por la red estatal en los últimos años. Subidos a ese tren, la próxima actualización del parador debería contemplar algo más que un simple cambio de atrezo y atreverse con un programa de arquitectura que meta el río y a todo Portugal en casa.
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  • Parador de Ayamonte, con vistas a la raya de Portugal
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  • Luminosa mezcolanza
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