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  • A pesar de los escandalosos cierres habidos los últimos meses en Valencia, alguno incluso perteneciente a una gran cadena internacional, los hoteles de toda la vida siguen ofreciendo cama y comida a un precio razonable y con buena ocupación, sin necesidad de adjetivos como el que se otorga el Ad Hoc: "Un hotel monumental", reza pimpante su propaganda. Llegó hace casi dos décadas de la mano del anticuario y coleccionista de arte Luis García Alarcón, que lo ha mimado y dejado madurar al gusto de la ciudad como un óleo de firma. Nadie daba nada por este hotelito de 28 habitaciones al principio -cómo iba a cuajar un negocio así de pequeño en el casco histórico de la Xerea, se decía- y, sin embargo, ahí está, junto a la catedral, sin que la F-1 le pase por debajo ni le afeiten los balcones los veleros de la Copa del América. Su propietario lo quiso tal cual, con sus muros de ladrillo visto, sus mosaicos de época, su viguería expuesta, su pavimento de mármol y las antigüedades mobiliarias de su colección privada, en un edificio modesto de vecindad construido a finales del siglo XIX. A la derecha de la entrada, casi de incógnito, está la recepción. Enfrente, el ascensor que sube a los dormitorios, entre unas escaleras que vale la pena tomar por sentir en los dedos la textura de las piedras y el ladrillo desnudo en una espiral efectista hacia el cielo de los sueños. Más allá se abren los portones que conducen al bar y al comedor, igualmente efectistas en su desnudez barrosa, decorados con arte contemporáneo y losas hidráulicas de Noya. Muy ad hoc, el desayuno se entrega con generosidad a las naranjas de los campos valencianos, aunque el resto sepa a bufé convencional. Es cierto que el tráfico creciente que pasa por Pintor López, junto al Pont del Real, se deja sentir en las habitaciones. Una manera de evitar los ruidos es hospedarse en las cuatro buhardillas, sobrias y tintadas de vainilla. Aunque la mayoría de la clientela suele encandilarse con las paredes de ladrillo barnizado y techos de bovedilla a la vista que ofrecen las habitaciones de las cuatro plantas inferiores. Cabeceros de tela estampada y madera a juego con los butacones, visillos hasta el suelo, alfombras a pie de cama, escritorios finos y, por supuesto, acceso inalámbrico a Internet, que el hotel se ofrece cada día más como un recurso de pedigrí para los invitados de honor de las instituciones locales (está cerca de la Generalitat y las Cortes Valencianas). El propietario posee también otro establecimiento en Bétera, a 18 kilómetros de Valencia, con el nombre de Ad Hoc Parque Golf, ideal para reuniones de empresas y para degustar la cocina de La Sal, a cargo de Loles Salvador, antaño oficiante en La Sucursal.
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  • Ad Hoc Monumental, visillos y wifi en el casco histórico de Valencia
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  • Alma de ladrillo
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