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Todos sus planteamientos vibran en onda con las últimas tendencias. ¿Hamburguesas? Por supuesto, pero según pretenden sus promotores, Claudio Hoyos y Adrián Milá, de rango gourmet, elaboradas con carnes de terneras biodinámicas. Hasta 13 tipos de hamburguesas figuran en la carta de este local, que se hacen a la brasa, se sirven con distintas guarniciones y ofrecen desiguales resultados. ¿Las más recomendables? La de carne de buey (vaca vieja) con champiñones y cebollino, que se aparta de la línea de esta casa y se asemeja a las de La Burg (paseo de San Juan Bosco, 55. 932 05 63 48), de los mismos propietarios. Y también, el propio filete ruso, bastante bueno, esa versión española de la tradicional hamburguesa, que se elabora con ternera picada, ajo, cebolla y perejil, se empana, se fríe y se sirve con patatas al horno. Tampoco están mal la denominada California, con queso, beicon y salsa barbacoa, ni la Chicago, con beicon, huevo frito y salsa kétchup. En cambio, decepciona la versión vegetal, que no pasa de ser una masa apelmazada e insípida.
En conjunto, un esfuerzo encomiable por dignificar las hamburguesas en armonía con la doctrina slow-food y las prescripciones de la cocina del kilómetro 0. Condicionantes que salen a relucir en el steak tartar, que se prepara con huevos de Calaf y alcaparras de Ballobar. De momento, la casa falla en lo más simple, como las ensaladas César y la de espinacas, que se aliñan con las rutinarias salsas acarameladas de vinagre. Se salvan los aros de cebollas de Figueras y las patatas bravas. Las mesas del interior se complementan con una agradable terraza.
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