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  • Su propaganda no llama a engaño: el hotel más urbano de la comarca con todo el encanto de una casa rural. Lo de urbano obedece antes a razones de capacidad que a su emplazamiento, a los pies de la sierra de Gredos, o su estética endomingada, propia de una casona dieciochesca. Sin ambages hay que señalar que este hotel cacereño vive de las bodas, los banquetes y otras celebraciones multitudinarias, lo cual no debería pillar desprevenido a nadie que huelgue en sus amplios lares. Porque lo primero que se observa al enfilar el portón de bienvenida, abandonada la carretera de Candeleda a Villanueva de la Vera, es una gran explanada moteada de instalaciones para socializar la estancia entre naranjos y limoneros. La piscina queda escondida de los mirones que, en pura lógica, practican el voyeurismo botánico y ornitológico sobre el valle del Tiétar desde el balcón de madera que clausura el recinto. Y de frente, lo más llamativo: una pérgola cubierta que centra toda la actividad banquetera cuando el hotel se dispone para el evento. El edificio principal, cuya fachada de color burdeos constituye el capricho de los cazadores extranjeros con licencia para la cabra montés, gana en ambiente de noche, cuando la fuente iluminada y los balcones encendidos aportan la calidez de petit comité imposible de lograr a plena luz del día, cuando toca boda. Si el personal hace gala de un buen entrenamiento para atender a 450 comensales a la vez, cuando solo quedan huéspedes para llenar 19 habitaciones el trato adquiere los mimbres de un pequeño hotel con encanto. La delicadeza es ostensible en un sinfín de detalles, desde el equipamiento de los dormitorios hasta los aderezos del baño; eso sí, a gusto de quien comulgue con los cortinajes rigurosos, los doseles de bronce, las alfombras persas, las lámparas de araña, el sesgo rococó de los espejos, las sillas de estilo imperio, las tallas decimonónicas que decoran el comedor, el reloj de péndulo del salón, en fin... para qué seguir. Una constante decorativa es esa espiral enmarcada, enigmática, que destaca en los paños principales de la casa. El desayuno, a la mañana siguiente, promueve con buen tiempo la salida al exterior, el contagio de la sierra circundante, el viento fragante de la vegetación mezclado con el humillo del café y la bollería fresca. Habrá quien se despierte con delirios de grandeza en una de las cuatro suites, pero enseguida la festividad del paisaje lo devolverá a su estado natural de simple mortal bajo las cumbres, que esas sí que son señoriales, de Gredos.
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  • El Balcón de la Vera, hotel para bodas y celebraciones en Cáceres
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  • Rococó en Gredos
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