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  • Mucha edad no posee el hotel todavía, pero el solar en que se ubica debe remontarse por lo menos al siglo XVIII, cuando los pagos riojanos empiezan a llenarse de calados en donde madura el vino que luego daría merecida fama a la región. La fachada de piedra, rotunda, tiene un siglo menos. Y de sus interiores qué se puede decir después de comprobar el toque de diseño contemporáneo que los fecunda entre el caldo de tipismo rural hoy en ebullición en la comarca. El arquitecto local Javier Arizcuren es su máximo responsable, junto al cariño y empeño que le ponen Fernando Calzada y Chús del Pino, gerentes del hotel. Todos han huido del canon rústico en oposición al ambiente mesonero que sí se mantiene en el restaurante, el Asador Pimiento, integrado hoy en el conjunto hotelero pero que lleva existiendo más de 40 años. Una cancela de vidrio protege el vestíbulo. Acto seguido, la recepción se comunica con el salón, separado a su vez del comedor mediante una chimenea de doble cara. Más allá atrae la mirada un jardincito privado con estanque y escultura en espiral, obra de José Antonio Olarte, utilizada como anagrama del hotelito. Del otro lado está el jardín de vecindad, que ha de recorrerse a semioscuras de noche para degustar los asados de la bodega-restaurante: carnes rojas, charcutería de ley y hortalizas riojanas regadas con un tinto de elaboración propia. A este recoleto parque miran las mejores habitaciones, especialmente la 204 del torreón. Vinos secretos Sin más instalaciones que las susodichas, ambientadas con serigrafías de Gordillo, Canogar y Broto, el hotel no consigue retener por mucho tiempo a su clientela, formada por escapistas de fin de semana y enoturistas ávidos por catar hasta el vino más secreto de la región. Abandonan temprano su dormitorio -cuatro plantas, diez unidades, una mesilla trapezoidal en cada una, tabiques pintados a rayas, suelo de tarima, colchones baratos, cosméticos modestos pero bien surtidos, ducha angosta, de chorro esmirriado, alguna que otra bañera arriñonada y mucha expresividad art déco- y salen a comerse los alrededores como Imanol Arias y Juan Echanove. Pero antes toca otro festín: el desayuno. Escaso en su propuesta inicial, incluso desalmado, con un bufé de frutas como carta de presentación. El concierto se anima luego con los aderezos tostados y cafeteros de una primera colación. Hasta que llega el atracón final, previa sugerencia de la casa: huevos de corral con pimentón y pan con aceite y jamón... ¡Qué bien se come en La Rioja!
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  • Solar de Febrer, un hotelito bodeguero en La Rioja
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  • Escapada enoturística
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