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  • Hace ahora dos años la Fundación Carlos de Amberes pidió prestado un tapiz del siglo XV a la Colegiata de Nuestra Señora de la Asunción de Pastrana (Guadalajara ) para una exposición en Flandes. La colegiata generosamente lo cedió, pero, visto el estado de la pieza, la fundación optó por renunciar al préstamo y se apresuró a recaudar fondos para restaurar tanto el tapiz en cuestión como los otros tres que forman la serie de Las victorias de Alfonso V de Portugal en África. Hoy, los cuatro tapices ya restaurados pueden admirarse en el Museo de Santa Cruz de Toledo . Hasta aquí la historia última de los impresionantes lienzos de seda y lana tejidos en Tournai (Bélgica ) entre 1471 y 1475 por Passchier Grenier. Sobre su historia más remota hay conjeturas para todos los gustos. Los especialistas, por ejemplo, no coinciden en la cuestión del encargo. Quizás se debiera al mismo rey que en 1471 había conquistado la "opulentísima" Arcila y Tánger, pero no hay constancia de ello. Tampoco hay documentación que aclare cómo pasaron a manos de la familia Mendoza, que los donó a la colegiata de Pastrana en 1667. Se ha especulado que Alfonso V pudo regalarlos al cardenal Mendoza buscando apoyo para su causa y la de Juana la Beltraneja -su segunda esposa- frente a Isabel la Católica. Teniendo en cuenta que por el precio de un tapiz se podían construir tres carabelas, era un regalo muy persuasivo. No sirvió de mucho, en todo caso, porque los Mendoza se pasaron al bando de los Reyes Católicos, así que también pudo ser que se los apropiaran como botín en la batalla de Toro. Once metros de largo Los tapices, de unos cuatro metros de altura por once de largo, narran cronológicamente la campaña del rey Alfonso en África. El primero de los tres, dedicado a la toma de Arcila, representa el desembarco del Ejército portugués junto a la ciudad, que por causa del mal tiempo y de los arrecifes resultó muy penoso para los lusos. El segundo tapiz muestra el asedio, que gracias a la gran novedad bélica de la artillería solo duró tres jornadas; y el tercero está dedicado al asalto final, con el rey alzando la espada. El cuarto tapiz muestra la toma de Tánger, que había sido abandonada previamente por sus pobladores. En los lienzos predominan los tonos azules, pero también abundan los rojos y los amarillos, y la profusión de figuras y de detalles hace que a la admiración se sume la maravilla. Las antenas de las naves, las banderas, las enseñas y los gallardetes dan a los cuatro tapices un aire flamígero, bastante apropiado para acompañar un paisaje urbano de gabletes y ventanales que tiene más de flamenco que de magrebí. Sin embargo, a la derecha, en el del desembarco, podemos ver mandarinas, y a la izquierda, en el de la toma de Tánger , granadas. Entre las figuras destacan las del rey y su hijo Juan, pero cabe preguntarse si consiguen hacer sombra a los monos que aparecen en las naves del asedio, al mofletudo trompetero que se asoma por la orilla inferior del asalto o a las tangerinas que salen de la ciudad con canastos en las cabezas y sus pequeños a las espaldas. Sea como fuere, los tapices nos cuentan por qué un rey gustó de llamarse El Africano. Y aunque no nos lo cuenten, sí nos recuerdan que aquel mismo rey quiso ceñir la corona de Castilla, pero que no lográndolo abdicó en su hijo, se recluyó en Sintra y se dio a la tristeza.
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  • Los tapices restaurados de Pastrana lucen en Toledo hasta el 9 de enero
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  • Bellos paisajes de seda y lana
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