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  • Cuando entramos en Lisboa por el puente 25 de Abril, algo se percibe dibujado en la ribera del Tajo, entre el monumento a los Descubrimientos y la torre de Belém. Es un edificio novísimo, de corte longitudinal, que a pie de obra se nos antoja como un buque varado. Arquitectura de altura firmado por Manuel Salgado, João Almeida y Tomás Salgado, autores del recinto de la Expo 98 y del Centro Cultural de Belém bajo la firma Risco. Se trata de un hotel de categoría orientado a la marina deportiva de Bon Sucesso, y solo por los atardeceres filtrados a través de los mástiles merece la pena conocerlo. Además, y por si acaso, las fachadas oeste y sur filtran los rayos solares mediante un sistema automático de persianas de filamentos alabeados que aseguran cierta intimidad frente a los paseantes del malecón y, según una métrica regular de módulos habitacionales con balcón, ayudan a la climatización natural del edificio. Mientras, las otras fachadas se protegen del frío y de la humedad con una lógica geométrica de planos y contraplanos proyectados sobre la cuadrícula del aparcamiento exterior. Los interiores, diseñados por Fernando Sánchez Salvador y Margarida Grácio, continúan esa secuencia minimalista delineada por la arquitectura. El restaurante, acristalado sobre el Tajo, se extiende con una pérgola por debajo de las volanderas del edificio. Sugestiva terraza de primavera. Limón y yerbabuena Es verdad que uno se cansa de tanto andar a poco que le toque una habitación del fondo: son 150 metros de pasillo. Amansa la queja la sencilla calidez del spa, cuya piscina apenas se significa: solo contiene agua a chorros. Al término del baño, la masajista ofrece amablemente una taza de té o un vaso de agua con limón y yerbabuena. Es la única muestra de hospitalidad que enorgullece al hotel, pues el servicio general es por lo demás escaso y poco dado a hacer amigos. Ni siquiera las habitaciones esconden un minimalismo riguroso, casi de libro, algunas en tonos oscuros, otras más joviales, con estampados cartesianos de color fucsia. Un paramento de cristal aísla, pero deja a la vista, la tramoya cuasi industrial de los cuartos de baño. Se aprecian mil detalles de excelente mercadotecnia, como los cosméticos Korres, la encimera de Corian, la cafetera Nespresso, el ajuar de algodón egipcio y la wifi (con coste adicional). El hotel no es barato, por supuesto. Pero ¿a qué precio se podría pagar una suite con yacuzzi en la terraza mirando la puesta de sol en el Mar de la Paja?
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  • Diario El País S.L.
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  • minimalismo junto al Tajo en Lisboa
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