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  • La capital de Estonia parece una lámina de cuento, sobre la cual hubieran caído, como manchas de café, un par de mamotretos socialistas. En la parte baja, porque la ciudad alta sigue amurallada y el 80% de sus casas vienen de tiempos medievales; por eso fue declarada patrimonio de la Unesco. La ciudad abruma por su vitalidad. Todo el mundo tiene móvil, el 68% de los hogares se conecta a Internet y el wifi gratuito en cada rincón es un derecho ciudadano. Tampoco reina una placidez de comer perdices, porque el 39% de sus 400.000 vecinos es de origen y habla rusos, muchos de ellos no hablan estonio, y los jóvenes prefieren aprender inglés antes que ruso... Por no hablar de los desafíos del recién estrenado euro (que es moneda del país desde el pasado 1 de enero). Pero para el turista todo son ventajas. Cierto que la ciudad ha vivido de espaldas al mar (pese a haber pertenecido a la Liga Hanseática), pero en su puerto atracan visitantes de todo el Báltico (Helsinki está a solo 80 kilómetros) en pos de diversión. Y ocio: aparte de juerguistas, estos vecinos van más al teatro y leen más libros que los habitantes de cualquier otro país del mundo. 9.00 Una ciudadela de cine Conviene hacerse, lo primero, con la Tallin Card (un día, 24 euros), cruzar la Puerta Viru (si se viene del puerto) y empezar el recorrido por la plaza del Ayuntamiento o Raekoja. Puro decorado, pero auténtico ombligo cívico: todo pasa aquí. Al ayuntamiento gótico, que parece un templo, le acompañan casas medievales convertidas en tiendas o restaurantes, y una farmacia que despacha remedios desde 1422. Al subir a la ciudad alta o Toompea iremos descubriendo paños de muralla (llegó a tener cuatro kilómetros) y hasta 20 torres (del medio centenar que tuvo). Arriba, bien protegido, estaba el castillo, que ahora es el edificio barroco del Parlamento. Casi enfrente, la catedral rusa de Alexander Nevsky, un cromo de 1900. Por callejuelas empedradas, orilladas de casitas de colores (ahora oficinas y apartamentos de lujo), se alcanza la Toomkirik o catedral luterana, fundada en 1233, con tumbas de los caballeros teutones que impusieron el cristianismo. Un poco más allá, siempre entre jardines, los mejores miradores para abarcar la ciudad a vista de águila. 11.00 La torre más alta Se puede bajar de nuevo por la calle Pikk (Larga), que lleva al puerto. De camino aparecen antiguas casas de gremios, callejones pintorescos y pasajes, como el de St. Catherine, ahora tomados por artesanos que venden tejidos de lino, objetos de cristal y otros mimos. Ya abajo, se puede visitar la iglesia de St. Olav, del siglo XIII, que durante un par de centurias fue el edificio más alto del mundo, gracias a su torre (159 metros). Merece la pena también el barrio de Rottermann, entre la ciudad vieja y el puerto; lo que hace pocos años era una ruina es un complejo cultural y comercial de perfiles vanguardistas, que aloja entre otras cosas un mercado, con tiendas gourmet tan buscadas como NOP. Y si sobra tiempo, el Museo de las Ocupaciones(Toompea, 8; www.okupatsioon.ee; de martes a domingo, de 11.00 a 18.00; dos euros) da un repaso a la historia aún caliente del país. 12.00 Cerveza con canela Aquí se almuerza pronto, y no es fácil elegir, por la variedad y calidad. En la propia Raekoja, Kaerajaan o Balthasar son opciones equilibradas (unos 20 o 25 euros). Para turistas en ejercicio, imprescindible el Olde Hansa(Vana Turg, 1), con bóvedas medievales, antorchas, trajes de época y un Festín del Gran Mercader que cuesta 30 euros (probar la cerveza con canela, 4,50 euros). Enfrente, Peppersack copia la fórmula. Si se quiere gustar la nueva cocina estonia, Gloria (Müürivahe, 2; unos 60 euros) y Ö (junto a la calle Viru; 60 euros). Más asequible y comensales jóvenes, el pub Hell Hunt (Pikk, 39; unos 15 euros). En la misma calle Pikk, un sitio curioso: un café abierto por un español en 1793, con restaurante. 14.00 Los jardines del zar Para aprovechar bien la tarde, se puede ir primero al barrio Kadriorg. Allí se encuentra el auditorio al aire libre del Festival de Canto, que se celebra cada cuatro años y llega a reunir ¡hasta 35.000 voces! Es un lugar de culto, por la afición a la música y porque allí empezó "la revolución cantada" en 1988: tanteos que llevaron tres años después a la independencia frente a los soviéticos. Casi al lado, el palacio de Kadriorg que el zar Pedro el Grande hizo levantar en 1718 para su esposa Catalina, de traza italiana, alberga el Museo de Arte Estonio (pintura europea). Otro edificio reciente de piedra caliza y cobre, el Museo de Arte Kumu, aloja la Galería Nacional y Centro de Arte Contemporáneo. Apurando, tal vez de tiempo para ir al parque etnológico de Rocca al Mare (www.evm.ee ; 3 euros), un museo al aire libre a las afueras con cabañas y casas de madera, molinos, aperos y cachivaches que forman un álbum vivo de Estonia, con figurantes ataviados de época. 18.00 Ópera entre fusiles ¿Dónde está la juerga anunciada? En la plaza de la Libertad (Vabaduse väljak), lugar de encuentro, se pueden hacer planes: los golosos pueden merendar en la Chocolaterie de Pierre, un clásico, (www.pierre.ee ), o en Kalev Ltd (www.kalev.ee ), que lleva 200 años fabricando chocolate y mazapanes (los estonios se creen inventores del mazapán) y tiene un pequeño museo del dulce. Para tomar una copa, el Boheem (www.boheem.ee ), el café Komeet (www.kohvikkomeet.ee ), el Radisson 24 Lounge del hotel Radisson, un rascacielos de ejecutivos (www.radissonblu.com/hotel-tallinn ), o el Butterfly Lounge (www.kokteilbaar.ee/en ). Este año 2011 pondrá en evidencia la afición por la cultura: galerías de arte, teatro, música (programa en www.tallin2011.ee/eng ). Y ópera, o ballet: el edificio de la Ópera, destruido en la II Guerra Mundial, fue rehecho por los propios vecinos en sus ratos libres; al entrar, parece una bombonera al uso, pero si uno se fija bien en el techo, en vez de musas, ninfas y guirnaldas lo que ve son obreros, campesinos y soldados con metralleta. 20.00 La noche prometida Para cenar sirven los sitios del mediodía, sobre todo Gloria y Ö. Después llega la hora de copas y discotecas. Dos lugares muy de moda: Club Privé (Harju, 6), gente guapa y modernez a tope entre muros medievales; y Clazz (Vana Turg, 2), música en vivo, jazz o lo que surja, ambiente joven y desenfadado (y los mejores mojitos). Para recogerse, la oferta de hoteles incluye algunos tan singulares como Telegraaf (www.telegraafhotel.com ), en el antiguo edificio de correos, a un paso del ayuntamiento, con un restaurante notable: Chaikovski. O The Three Sisters - (www.threesistershotel.com ), céntrico, encantador. El Viru Inn (www.viruinn.ee) es un hotel boutique en una casa del siglo XIV, también a pocos metros del ayuntamiento - A; no confundir con el Sokos Viru Hotel (www.sokoshotels.fi/en/hotels/tallinn ), que fue el hotel de referencia en la era soviética; al remodelarlo (está desconocido, precioso) aparecieron micrófonos ocultos en baños y habitaciones. Eran otros tiempos.
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  • El barrio medieval de Tallin esconde un gran espíritu joven y juerguista. La capital de Estonia estrena el euro como moneda y ha programado por todo lo alto exposiciones y conciertos
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  • Wifi gratis en las calles
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