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  • En su línea habitual, el empresario Antonio Catalán ha sabido sacar partido de lo que era un edificio residencial neoclásico construido en el siglo XIX a dos manzanas de la madrileña calle de Serrano y a un paso de la Puerta de Alcalá. De este inmueble se podría sospechar una transformación palaciega, pero no. AC lo vuelve todo minimalista, funcional, según el criterio al uso en la hostelería urbana contemporánea. Una virtud que, cada día más, engancha a la clientela de mediana edad en busca de un lugar céntrico, pero sosegado, lejos del batiburrillo nocturno que ofrecen otros barrios. La recepción impacta por sus panelaciones zaínas, en contraste con el estarcido versallesco del mostrador. Aquí se atiende con mucha corrección y conocimiento, tanto, que los trámites de registro se despachan rápidamente. Lo mismo se observa en el lounge bar, en tonos igualmente oscuros, aunque hay espacios disruptivos en tonos beis con sillones blancos que crean un ambiente sedoso, sutil. Muy distinto del salón AC, en un entresótano que dibuja el nivel de calle, rutilante por su vidriera retroiluminada, en el centro de la pieza, y sus anaqueles de libros corridos tras un panel de madera. Leer, acceder a Internet, hacerse servir un sándwich... Cualquier actividad intelectual cobra brillo en este lugar. El desayuno, en otro recodo, cumple las expectativas de los huéspedes más urgidos por la mañana. Una cafetera Nespresso y la bollería industrial de reserva no hacen perder tiempo, pese a que las elaboraciones podían ser un poco más exigentes, conforme al camino marcado por la elegancia decorativa de las zonas comunes. Arriba, las habitaciones pierden un poco este lustre de hotel boutique y buscan la máxima funcionalidad. Se viven con cierta sensación de estar en la oficina: muebles metálicos, mesillas de acero y cristal, apliques corporativos, monitor plano de televisión... Bien es cierto que los techos son altos, oxigenantes, que las camas y sus cuatro almohadas blancas son fieles al ideario Catalán, al igual que el minibar gratuito. Y que los cuartos de baño, amparados por un diedro de vidrio esmerilado, dan la nota neoyorquina. Lo anecdótico en estos tiempos digitales es que la wifi no esté asimilada al precio de la habitación, por no abundar en los jeribeques exigidos para darse de alta. Al menos, las facilidades que se hurtan a la libre navegación por Internet se regalan en los cuidados que recibe el vehículo particular en una zona tan complicada para aparcar como los alrededores de la Puerta de Alcalá.
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  • Diario El País S.L.
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  • AC RECOLETOS, un hotel moderno y funcional cerca de la Puerta de Alcalá
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  • Elegante oscuridad
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