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  • De aquel parador de carretera que ofrecía un tentempié a quienes sudaban la gota gorda entre Madrid y Málaga apenas queda ya el nombre. En su lugar se ha habilitado un edificio moderno y luminoso, de líneas puras, de espacios diáfanos, con interesantes guiños arquitectónicos y, sobre todo, con un programa coherente de sostenibilidad medioambiental. Un experimento ecoenergético que servirá para el diseño de los próximos establecimientos de la red estatal. El parador de Antequera es ya un referente en eficiencia energética, ya que sus placas solares ahorran el 75% del consumo eléctrico anterior. También incluye un sistema avanzado de climatización y gestión de residuos, riego automático y gas natural en lugar de gasóleo y propano. Toda esta pulcritud medioambiental halla reflejo igualmente en el pundonor del servicio. En recepción, el personal cumple con meticulosidad su parabién de funcionario último modelo, aunque siempre amable y hospitalario, consciente de su protagonismo en el lugar. Desde la hora de las gallinas, el servicio de habitaciones entra en danza y el jardinero arranca el cortacésped. Dos horas después, todos los espacios se han desperezado y ya puede comenzar el recibimiento de las múltiples empresas que utilizan las instalaciones del parador, como el centro de congresos previsto en su última reforma. Abajo, unos salones en batería esperan sus reuniones (algo vacíos en estos tiempos de crisis), igual que la piscina, cerrada en invierno. Lámparas y mobiliario ecléctico al margen, el restaurante da anchura y luz para un desayuno sin prisas, bien atendido y mejor nutrido a todo lo largo de la mesa bufé. Los dormitorios conservan la amplitud de antaño. Solo que ahora la separación de los cuartos de baño se efectúa mediante una lámina de vidrio translúcido, única mordiente disruptiva y gozosa de la propuesta habitacional. Por lo demás, apenas modificado por el suelo de tarima flotante y la tapicería, algo más minimalista, el lugar reviste la misma gravedad y disposición simétrica de los muebles, los apliques y las alfombras, a cargo del equipo decorativo de la casa. Es como si existieran dos paradores, el de la arquitectura y el de la decoración, el de los espacios comunes y el de las habitaciones. En cualquier caso, y desde ambas expresiones, las vistas de la vega alcanzan hasta las naves industriales que circundan Antequera. De ahí que el parador atraiga sobre todo a la clientela de empresas, llamada a utilizar sus múltiples salones.
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  • Diario El País S.L.
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  • PARADOR DE ANTEQUERA, buen servicio y conciencia ecológica
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  • Experimento verde
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