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  • El Museo de Historia Contemporánea, en el 21 de la calle Tvérskaya, es un museo del siglo XX excepcional. Naturalmente al estar el museo dedicado a la historia contemporánea, y abarcar todo el siglo XX, las colecciones más numerosas y ricas corresponden al periodo soviético, y especialmente al periodo de la II Guerra Mundial, "la gran guerra patriótica", muy bien documentado con armas, uniformes, planos, mapas y fotografías. Los sótanos albergan una formidable colección de carteles de propaganda -algunos de los cuales se exhiben también en las salas del museo- y la verdaderamente llamativa colección de objetos que los visitantes políticos de la capital ofrecían a los gobernantes comunistas, o que los "pueblos amigos" enviaban a la capital de la URSS con motivo de aniversarios y celebraciones. Entre ellos destaca la colección de cerámica conmemorativa: jarrones decorados con diseños relativos a toda clase de efemérides. Como esta práctica del "jarrón conmemorativo" se impuso desde la Revolución del 17 y se ha mantenido desde entonces, en los jarrones se puede seguir toda la historia de Rusia en el siglo XX. Hay un sector con los efectos personales de los prisioneros en el gulag. En la sala dedicada a la época de las grandes purgas, los documentos judiciales de condena y los subsiguientes certificados de rehabilitación, de la época de Jruschov. De las vitrinas consagradas a los estadistas más destacados destaca la de Jruschov; entre otros efectos personales contiene su copita de cristal y su sartén: en sus viajes por la URSS Jruschov y su sartén eran inseparables. Antes de entrar en una ciudad, el coche y su corte se detenían en algún suburbio apartado y allí freían unas docenas de huevos: con ese condumio en el estómago, luego en la inevitable recepción oficial los brindis no tenían por qué acabar con borrachera. La copita de cristal tallado servía al mismo efecto; es de un tamaño menor que las copas de vodka corrientes. En la misma vitrina se exhiben también dos herramientas de jardinería que él mismo inventó, una vez desplazado del poder, para cultivar y podar el jardín de su dacha. En el museo se recrean los fenómenos característicos del siglo: la aventura de los cosmonautas, la irrupción de la canción de protesta en los años sesenta, los humoristas críticos, las primeras películas que no transmitían los mensajes de optimismo y credulidad oficiales, y hasta hay una vitrina dedicada a los escritores disidentes, que figura un cuartito con su mesita, su máquina de escribir, sus samizdat, su transistor y su lista de cadenas de radio que escuchaban clandestinamente. Lo que definitivamente, pensándolo bien, me llevaría de este museo, está en el sector dedicado a la aventura de la conquista del espacio. Y no me refiero a la vitrina dedicada a Gagarin (el astronauta que volvió del espacio y aseguró que allí en lo alto no había visto a Dios), del que se conservan su uniforme de oficial del ejército, sus medallas y trofeos, sino la cápsula espacial en la que viajó Koziavka, la perrita astronauta que (a diferencia de la famosa Laika, malograda en el espacio) después de su viaje estelar sí regresó vivita y coleando a la tierra, y tuvo cachorros. Ella misma está en el museo, disecada y dentro de su escafandra. En un nuevo y espléndido edificio de la calle de Ostozhenka, 16, la Casa de la Fotografía de Moscú es un centro dedicado a la fotografía y al arte multimedia que desarrolla una labor importante de recuperación y difusión de los fotógrafos rusos y soviéticos y también una plataforma para la difusión de los nuevos talentos nacionales. Además de un centro que acoge las mejores muestras de la fotografía internacional en colaboración con los principales museos, organiza, los años pares, una famosísima Photobienal. La nueva sede se inauguró el pasado mes de octubre. Es un edificio al que no estamos acostumbrados para la fotografía. Hay cinco pisos, la iluminación es de última tecnología, y el espacio expositivo es cuantioso e impolutamente blanco. Este centro va a tener una importancia decisiva para el mundo del arte en la ciudad, como la tiene el centro de arte contemporáneo Garage, situado en una obra maestra de la arquitectura rusa del siglo XX, diseñada por el arquitecto constructivista Konstantin Melnikov, o como lo va a ser el centro de arte que se va a abrir en la fábrica de chocolate Octubre Rojo (para la que Rodchenko y Mayakovski hacían publicidad) o el Instituto Strelka de la mano de Rem Koolhaas, que se va a convertir inevitablemente en uno de los polos de atracción cultural de la ciudad en muy poco tiempo. El Centro Nacional de Arte Contemporáneo, cerca del zoo, en Zoologícheskaya, es una institución joven en un barrio céntrico, aunque el lugar exacto no es tan fácil de encontrar (pero si yo pude, usted también), con un espacio sabiamente panelado, de manera que se puede simultáneamente proyectar vídeos y películas sin que unos se estorben a los otros. Aspira a difundir y apoyar el arte ruso de hoy integrándolo en el contexto internacional. Yo lo visité en la inauguración de la muestra "New gravity/interesting Thing", con obras de artistas suecos y rusos sobre las relaciones sociales y los cambios de género (transexualidad, etcétera). Había la mezcla habitual de obras previsibles y testimonios impactantes, inolvidables. El museo tiene además en la planta baja un café muy oportuno y agradable.
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  • Visita a la Casa de la Fotografía de Moscú, y a la perra astronauta en el Museo de Historia Contemporánea
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  • La sartén de Jruschov
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