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  • Eso de despertarse y tener en primer plano el Retiro madrileño no tiene precio. Bueno, precio sí: 220 euros la habitación en fines de semana y otros días tontos. El emplazamiento resulta inmejorable, a un paso de la Puerta de Alcalá. Y destaca también por su historia este buque insignia de la cadena AC Hotels, un edificio residencial de 1908 en cuyos salones y corredores se conservan las molduras, las vidrieras, los forjados originales y hasta la alfombra que confeccionó en su día la Real Fábrica de Tapices. A estos valores, el interiorista Lorenzo Marqués ha añadido el minimalismo propio del sello AC, que alcanza su máxima expresión en las habitaciones menores, síntesis de una mirada poética hacia el vergel del parque y otra tecnológica al socaire de la modernidad: monitores LCD, wifi y minibar gratuitos, estación iPod, reproductor de CD, cafetera Nespresso, ducha de alta presión, cosméticos Aqua di Parma, utilidades spa... Y siempre el mármol y la madera labrada, los ambientes de palacete burgués, el entresijo de la historia sobre las exigencias de confort, limpieza y funcionalismo propios de nuestro tiempo. Perviven los viejos zócalos y fuentes revestidas de cerámica de Talavera (siglo XIX), las vidrieras de Maumejean, los frescos de las alcobas, el ascensor de celosías y la biblioteca forrada de caoba. Incluso algunas mamparas han sido amenizadas con evocaciones a Roy Lichtenstein y a Julio Romero de Torres. Por supuesto que en un hotel de esta categoría no podía faltar un servicio profesional sin fisuras, orquestado para que estacionar el vehículo no sea un engorro a horas intempestivas en plena calle de Alfonso XII. La acogida, en un mostrador de recepción casi levitante, encuentra su expresión concertada en la invitación a un picoteo en el propio vestíbulo, titulado para tal menester Snack Índice, a cargo del chef David Herranz. Es casi imposible resistirse a una sugerencia así, como la que se nos antoja aún más psicodélica, la del Suite Bar, al fondo del hotel, con un ambiente neobarroco en rojo. El gimnasio merece también una visita aunque solo sea por estirarse en los aparatos Caroli, el verdadero Rolls de los sudadores. Pero no todo convence por igual en este lugar. El spa, pequeño y muy somero en instalaciones lúdico-termales, no da casi ni para gozar del privilegio de estar solo en él. Las habitaciones delanteras enamoran, pero las traseras decepcionan por sus inexistentes vistas y también porque serían reconocibles en un AC de categoría menor y precios más ajustados. Por lo que respecta a la insonorización de la calle, cabría esperar más de un hotel zambullido en pleno parque del Retiro y en el Triángulo del Arte.
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  • Diario El País S.L.
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  • AC PALACIO DEL RETIRO, lujo en la calle de Alfonso XII de Madrid
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  • Con vistas al parque
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