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  • Antes que de su romántica historia, esta quinta portuguesa presume de ser el hotel urbano con la mayor área verde que puede encontrarse en toda la península ibérica. En ese jardín botánico de 12 hectáreas aledaño a Coimbra -la ciudad universitaria por excelencia de Portugal- vivieron su amor prohibido el infante heredero don Pedro e Inés de Castro, que servía como dama de compañía de su esposa, doña Constança. Enterado el rey Alfonso VI del adulterio, ordenó la muerte de la doncella a manos de tres hidalgos que la apuñalaron junto a una fuente que se tiñó de su sangre y se alimentó de su último sollozo. De ahí que la quinta acabara con el nombre de las lágrimas. Desde el siglo XIV a esta parte mucho ha llovido sobre esta vertiente atlántica, pero las piedras de la quinta siguen contando esta triste historia en palabras de Camoens (autor de Os Lusíadas, la epopeya portuguesa, de 1572). El duque de Wellington plantó aquí una secuoya durante su larga estancia al mando de las fuerzas británicas que ayudaron a expulsar a las tropas napoleónicas de Portugal. Amalia Rodrigues cantó en estos jardines sus mejores fados. Y muchos personajes ilustres buscaron inspiración en la fuente donde corre el agua roja de sangre y lágrimas..., aunque ese color lo adquiere en verdad de un musgo rojizo que crece en el fondo. ¿Por qué ahorrarse la poesía? Al fin y al cabo, esa idea romántica es la que persigue la marca Relais & Châteaux en la promoción de su establecimiento preferido en Portugal. Nada se resiste aquí al signo del lis: el carácter clásico, si no barroco, del palacio; la cortesía satinada del servicio; el ambiente de la biblioteca o del salón, donde reverbera la chimenea, y, por supuesto, el glamour de un restaurante reconocido por la Guía Michelin. Cierto es que toda esa pátina aristocrática se ve algo deslucida por la roña del tiempo, a la espera de que algunos rincones de la casa sean renovados con mayor asiduidad. Pero el estrechamiento de los precios ha sido tan notorio en los últimos años que bien vale justificar tal o cual desconchón a la vista. La atmósfera es lo que importa. Y el talante del servicio. Las habitaciones se distribuyen en tres zonas. Las más clásicas y llamativas se encuentran en el palacio original, amplias y serenas, casi augustas, ideales para un viajero entrado en años. Las más refrescantes, lógicamente, se esparcen por el jardín. Destilan cierto aire italo-mediterráneo, en tonos azules, y casi meten el verde hasta la cama. Si se prefiere el minimalismo sereno y algo más de modernidad hay que solicitar las habitaciones del spa, con bañera de hidromasaje y vistas irresistibles sobre la floresta.
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  • Diario El País S.L.
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  • Quinta das Lagrimas, un jardín romántico en las afueras de Coimbra
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  • Amores prohibidos
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