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  • La tradición madrileña de las pensiones de familia o, más añeja aún, la de las posadas y figones frecuentados por viajantes, quincalleros, poetas suicidas y aventureros se renueva con la aparición de emprendimientos hoteleros radicados en el mismo lugar que aquellos fueron abandonados. Sucedió hace poco con la célebre Posada del Peine, se repite ahora con la Posada del León de Oro y volverá a verse en breve con la reapertura de la Posada del Dragón, a cargo de los mismos dueños que la anterior. El despertar turístico del barrio augura éxito para el proyecto. En funcionamiento hasta 2001, la del León de Oro había sucumbido a las exigencias de una clientela no muy entusiasta por los lances de espada, los jergones deshilachados, ni las pestilencias de tugurio, a pesar de la prohibición de "llegar borracho más allá de las 11 de la noche y presentar el libro de familia si el cuarto se ocupaba de a dos". Esta era una posada muy popular de la Cava Baja con más de un siglo de existencia, situada enfrente de la multitudinaria Posada de la Villa, que sigue repleta de comidistas y foráneos en busca de tipismo madrileño a cualquier precio. Por ello resulta obligado señalar que de día y de noche el tráfico es mortal: mejor llegar en taxi. A las pocas instalaciones de esta posada se les suman también unas pocas habitaciones (17), todas diferentes, y un restaurante de cocina honrada. Antes del comedor, por donde pasa un tramo de antigua muralla, se ve un modesto mostrador de recepción, y todavía antes, abierto de par en par a la calle, un bar muy concurrido. Entremedias se acopla una preciosa corrala interior utilizada hoy como salón de estar con una "librería" de vinos, los mismos que se añadirán luego a la cena. Es una bodega extensa en referencias y denominaciones de origen (unas 300). Ahí mismo se sirve el desayuno, minimalista, o más bien mínimo, pero con cierto punto casero. Arriba están las habitaciones, pequeñas, como corresponde a la tradición posadera de la Villa y Corte. La cama se empotra hasta donde se puede. La ducha está dentro de la bañera, como es habitual. En algunos dormitorios, como el 102 y el 104, sobra espacio en la alcoba y falta en el cuarto de baño. Pero cuánto diseño equilibrado a cargo de las interioristas Pilar López Jurado e Isabel Cortés, cuántos detalles sin efectismos ni remedos temáticos... Cabe celebrar, frente a otros establecimientos de mucha mayor categoría, que en esta sencilla posada el acceso inalámbrico a Internet es gratuito y existe una batería de enchufes sobre la mesa de la habitación para cargar la cacharrería personal sin mayor incordio. Únicamente incomoda el bullicio de la calle, especialmente a primeras horas de la madrugada conforme se acerca el fin de semana.
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  • Diario El País S.L.
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  • Posada del León de Oro, testigo castizo en la Cava Baja madrileña
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  • Aire de corrala
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