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  • Salvo excepciones, ningún restaurante mantiene el listón con el paso del tiempo. Cambian los equipos, el espíritu de trabajo y los factores externos. Altibajos que refrendan aquella frase de Ferran Adrià: "Los mejores establecimientos son los que menos fallan". La trayectoria de Real Café Bernabéu es un ejemplo de perseverancia. Seis años después de que Manuel Robledo, presidente de Comess Group, se hiciera cargo de esta casa, el lugar se encuentra -nadie sabe por cuánto tiempo- en estado de gracia pleno. El empresario, que regenta un imperio de comida desenfadada (casual dinning) con 300 locales en 12 países (marcas como Lizarrán, Cantina Mariachi, China Boom, Pasta City y Rock and Ribs), ha tardado un tiempo infinito en dominar las bases de un restaurante convencional. ¿Razones del nuevo éxito? El factor humano, como no podía ser menos. Ha bastado la incorporación de una directora de sala excepcional, María José Monterrubio, y la labor de dos cocineros jóvenes, Félix Ortiz y Ginés Molina, que hacen de la sencillez la piedra angular de su trabajo, para lograr que su comedor para 300 comensales llene en todos los turnos. "Hemos logrado que las vistas al campo de fútbol se conviertan en un factor secundario", asegura Robledo. "El número de clientes que repiten y vuelven en busca de especialidades concretas es altísimo". Triunfo al que contribuyen la calidad de las materias primas, que Robledo selecciona entre un reducido contingente de proveedores. Lástima que el pan y el café, mejorables, no se encuentren en la onda del resto. Tal y como está concebida la carta, lo ideal es compartirlo todo, incluso los segundos platos. Son muy finas las aceitunas de Campo Real, aceptable el jamón de Guijuelo con pan de "cristal" al aceite de oliva y tomate, y convence la torta de Extremadura, versión mini. Después sorprenden, aunque no entusiasmen, los espárragos en tempura negra de tinta de calamares, cumplen las croquetas caseras, resultan bastante finas las patatas bravas al estilo de Sergi Arola y decepciona la ensaladilla rusa, cuyas patatas se presentan algo enteras. El tartar de atún con guacamole es aceptable aunque mejorable. Superior balance ofrecen los espárragos cocidos con habitas y la ensalada de ventresca con tomate y aceitunas negras. Lo más interesante llega después, con especialidades capaces de generar adictos. Entre ellas el rabo de vaca glaseado en pieza entera, memorable. O el jarrete ibérico, de consistencia tierna. A la hamburguesa de la casa le sobra el queso fundido, mientras que el lomo de vacuno mayor a la plancha con patatas fritas supera las expectativas. No desentonan los postres (gazpacho de frutos rojos, chocolate a la taza con helado de avellana, tarta de galletas María con helado) a excepción del tiramisú, que debería revisarse. Cada mediodía se sirve un menú de 20 euros bastante recomendable.
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  • Real Café Bernabéu, cocina en Madrid para hinchas gastronómicos donde las vistas al campo son un aliciente
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  • Goleada en los fogones
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