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  • El Paralelo quiere ser el nuevo centro neurálgico de los bares de moda barceloneses. El barrio no tiene el glamour del Ensanche, pero rezuma vida entre bambalinas, neones y tiendas de todo a cien. El triunfo de este nuevo distrito de cócteles y vinos supone encender una bombilla en la verdad de la ciudad. La luz deja ver que los nuevos locales del Paralelo coronan la tradición de la Barcelona de abajo, la ciudad portuaria, en la que los bares canallas terminan siendo cosmopolitas. El Adrià más urbano El enigmático 41º es el nuevo bar de una familia conocida en la zona, los Iglesias, dueños del restaurante de enfrente, el Rías de Galicia, un clásico pegado a la calidad del marisco que entusiasmaba a Ferran Adrià, socio de la familia en esta apuesta para la Barcelona baja. En el Paralelo el rey de los fogones abandona la cala para instalarse en el asfalto. El local responde a la voluntad, anunciada por el chef, de mirar qué queda detrás de las espumas. Su deseo de abandonar el aislamiento para tocar al público es un éxito. Desde que se inauguró en enero, las colas no han abandonado la esquina entre el Paralelo y la calle Tamarit. Arropada por un velo de cristal traslúcido con el que se protege, la coctelería, ideada por el estudio El Equipo Creativo, es un enigma ya desde su propio nombre. Tan impersonal como un número, remite a los grados del alcohol más duro y al número del paralelo que pasa virtualmente por Barcelona y da nombre a una calle tan poco virtual como esta. Parque temático Justo al lado del 41º, donde se puede cenar a base de los sorprendentes snacks que le han dado a Adrià fama mundial, conectado por el toldo exterior (que recuerda a los de las braserías parisienses) y por los aseos compartidos, el Tickets, también del binomio Adrià-Iglesias, es un escenario preparado para la fiesta mayor del barrio. Solo que tiene la ambición de hacer del barrio un mundo. Y ahí es donde podría resbalar la apuesta del genio de elBulli. Estridente, caótico y "antiminimalista" (tal como él solicitó), en este segundo restaurante de tapas el ambiente es sorprendente. Fue el cocinero quien insistió a sus arquitectos y a su grafista: quería juerga española y diversión (igual no se ha paseado lo suficiente por las terrazas de Las Ramblas hastiadas de servir sangría). La traducción de juerga gastronómica en local le ha salido en forma de parque temático alimentario. Barra de cerveza (con patrocinador), merendero de la Barceloneta -que rinde tributo a la anhelada época caótica del barrio- y zona de montaditos. "El diseño de cada barra responde a un concepto gastronómico concreto; no busca unidad sino diferenciación", apuntan los arquitectos Oliver Franz y Natali Canas. Sin embargo, la amalgama de conceptos sí resulta en una unidad: el bullicio visual y acústico. El chef más exquisito, el hombre que ha puesto la gastronomía española en la cima de la vanguardia quiere identificar su cercanía a la gente con... el jaleo. Una vela a Dios y otra al diablo o gustos para todos en el imperio Adrià. Piel roja y dorados Todavía en el Paralelo y no lejos del imán levantado por Adrià, Fernando Salas firma el Golden Bar, un local recoleto y escondido dentro del espectacular nuevo Molino, donde se sirven copas antes y después del espectáculo. Aunque aún no está abierto al público, se puede reservar para fiestas privadas. El dorado del nombre deriva de las teselas que rodean la barra. Un banco de piel roja y negra con mesas que se convierten en asientos dibuja esta coctelería con terraza que, como las más legendarias de la ciudad, es casi un lugar secreto en la segunda planta del teatro más pequeño del mundo. Pero el Paralelo no está solo en la renovación de la ruta copera barcelonesa. También en la calle Muntaner, Marc Catalán ha levantado un bar detrás de un telón de terciopelo. Es esa cortina lo que transforma la esbelta fachada de vidrio del Lexington anunciando el cambio de función: de cafetería diurna a bar de copas nocturno. Como en los míticos establecimientos barceloneses (la coctelería Boadas, el London Bar o el Gimlet) y como en los legendarios del mundo (el Four Seassons neoyorquino o el American Bar vienés) en el Lexington los materiales lo son todo: el pino macizo oscurecido o la barra de latón, el oro de paredes y techo o el roble de las butacas danesas. La iluminación, por zonas, construye un ambiente intimista. Y la lámpara de José Antonio Coderch, de lamas de madera curvada, revela gusto por el detalle, por la tradición moderna y por la iluminación discreta. Entre el barullo del Paralelo donde triunfan la fantasía y el esfuerzo de los Adrià y los Iglesias, el espectáculo secreto del Molino y el reservado del Lexington, donde se celebran debates arquitectónicos el primer lunes de cada mes, Barcelona reescribe su ruta de bares. La voluntad de los nuevos locales es acercarse al ciudadano. Solo falta que, esta vez, al contrario de lo que sucedió en los años ochenta, la ciudad y sus bares logren envejecer juntos.
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  • 20110521
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  • Dos locales del Paralelo con la firma de Adrià, una coctelería en El Molino y un bar de copas con butacas danesas
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  • Brindar de nuevo en Barcelona
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