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La ciudad de los rascacielos resurge desde sus raíces, cuando Nueva York se llamaba Nueva Amsterdam y ocupaba el extremo sur de la isla de Manhattan. De aquella época, que solo merece unas líneas en los libros oficiales de historia, quedan algunos topónimos -Brooklyn, Harlem, Yonkers, Staten...- y la novela Historia de Nueva York (1809), de Washington Irving. A partir de los archivos olvidados de la colonia holandesa del siglo XVII, el periodista e historiador Russell Shorto escarba en los desconocidos 40 primeros años de la ciudad, desde su fundación por los holandeses en 1625 hasta la llegada de los ingleses en 1664.
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