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Sus mesas miran al mar. Se aloja en los bajos del W (hotel Vela), casi al pie de la playa, con vistas espléndidas. Como en todos los locales del grupo Tragaluz que dirige Rosa Esteva, se respira chispa y un gran sentido estético. De nuevo el interiorismo de su hija Sandra Tarruella ha trastocado conceptos. Es un chiringuito diferente, un espacio moderno vestido de elegancia y desenfado que huele a verano, a frituras, paella y brisa marina.
Se ha convertido en uno de los locales más concurridos del momento, y no es para menos. Por 35 euros su menú incluye ensalada mixta, ración de paella, pan con tomate, copa de vino, agua, helado y café. Todo presentado en mesas sin manteles y padeciendo el ajetreo de los camareros que en horas punta discurren en zigzag entre la clientela. Su oferta se basa en una trilogía sencilla: ensaladas, arroces y pescados o carnes a la brasa. Para picar calamares a la andaluza, chopitos y gambas fritas, almejas con tomate, anchoas del Cantábrico, croquetas y raciones de jamón. Propuestas para compartir y degustar con pan con tomate. Aunque sus ensaladas (mixta con ventresca de atún; de tomate, apio, alcachofas y queso) pretenden convertirse en otro hito de la casa, el verdadero imán son los arroces. Paellas que salen en sus recipientes a la mesa y se elaboran como mínimo para dos. Entre sus especialidades: de calamarcitos, gambas y almejas, el arroz negro de chipirones con alcachofas, el abanda con caldo de galeras, el de verduras, y el de butifarra, con setas y espárragos. Como alternativa, tal vez un pescado del día a la brasa, las típicas hamburguesas o un chuletón a la parrilla. Los postres son de más nivel que los habituales en los chiringuitos: biscuit de chocolate caliente, tarta fina de manzana con helado y corte de helado a los tres gustos además de zumo de naranja.
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