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  • Eternamente vinculada al Motín del Té y al mito fundacional estadounidense, la primera colonia americana parecía estancada en su imagen de regio academicismo y en su complejo de inferioridad frente a Nueva York. Su ayuntamiento fue votado el edificio más feo del mundo en una encuesta pública porque su diseño brutalista parecía, en 2008, tan desfasado como la intención con la que se construyó: un nuevo look para un nuevo Boston. Todo eso está cambiando. En 2010, tras una inversión de 27 años y 1.500 millones de dólares, se terminó una faraónica autopista apodada Big Dig que conecta el histórico corazón de la ciudad con sus barrios más coloridos e irreverentes. La novedad ya no es antónimo de Boston. 9.00 Alcalde presidiario Conviene empezar el abordaje por McKinley Square (1): alberga todos los rascacielos que conforman el modesto skyline de la ciudad, y está cerca del Café Nuovo (2) (Salem Street, 79, http://caffenuovoboston.com), cuyos desayunos contundentes curan el peor de los jet lags. Desde el siglo XIX, el número 3 de la plaza lo ocupa la Custom House Tower. En 1915, en plena fiebre del rascacielos neoyorquino, el ayuntamiento decidió añadirle 16 pisos más para competir. Se coronó con un desafortunado reloj que pasó décadas dando la hora que le pareció oportuna (se decidió ahorrar con una maquinaria más pequeña que la exigida para su esfera de 7 metros de diámetro). Se arregló en 1987, pero aún recuerda al alcalde de la época, James Michael Curley. Tan corrupto como carismático, es el único político estadounidense en ganar dos elecciones desde la cárcel. Esa prisión, un edificio cruciforme construido en 1851, es hoy un hotel de lujo, el Liberty (3) (Charles Street, 215, www.libertyhotel.com), y su bar es muy frecuentado por los empresarios locales. Si hace buen día (es decir, si el cielo está blanco en lugar del gris habitual), habrá que ir a los fastuosos parques públicos de la ciudad, como el Boston Common (4) o el romántico Boston Public Garden (5) (atención a su preciosa haya de 250 años). Y en el aledaño Cementerio Granary (6), visitar la tumba de uno de los padres fundadores, John Hancock. Es el obelisco blanco que tiene forma de falo. 11.00 Una barra mítica En Fenway Stadium (7) vale la pena fijarse en el marcador: uno de los pocos de la Liga de Béisbol de EE UU que todavía se operan a mano. No se ha renovado para no borrar el recuerdo triunfal de los Red Sox (el malogrado equipo local) del siglo XIX, antes de la racha de derrotas que les atormenta desde 1920. Por ahí se ve la torre Prudential (8) (Boylston Street, 800), con un restaurante a 231 metros de altura. Tampoco anda muy lejos el bar Cheers (9) (Beacon Street 84, www.cheersboston.com), en el que se inspiró, palmo a palmo, la serie de televisión. Merece una visita, pero con la cautela de quien entra a un parque de atracciones. "Rara vez cocino para un bostoniano. Y preparo 4.365 comidas al mes", alerta su chef, el alemán Markus Ripperger. 13.00 Marisco rebozado A la hora de la comida, solo hay una opción: marisco. Este manjar cotidiano se sirve rebozado impunemente y acompañado de un cuenco de mantequilla. Despunta el histórico Barking Crab (10) (Sleeper Street, 88, www.barkingcrab.com), en un puerto de South Boston. Una ajetreada taberna donde el cóctel de gambas aún es el no va más de los entrantes y obligan a cubrirse con un babero para degustar monstruosidades como la langosta de cuatro kilos y medio. A su lado, el Institute of Contemporary Art (11)(www.icaboston), espectacular proyecto de los neoyorquinos Diller Scofidio + Renfro. Expone desde divertidos dibujos del grafitero Shepard Fairley a impenetrables esculturas como El modernismo checo reflejado infinitamente, de Josiah McElheny. En la tercera planta, un ingenioso patio de butacas frente a un gran ventanal ofrece una magnífica vista. Inaugurado en 2006, es el museo más joven de Boston, si no se cuenta el ala que Norman Foster diseñó para el Museo de Bellas Artes (12) (Hungtinton Avenue, 465). 15.00 Arte industrial Si el South End ha devenido de sórdido polígono industrial en el siglo XIX a hervidero de artistas bohemios atraídos por su renta baja, se nota en su arquitectura. Los edificios industriales decimonónicos conviven con almacenes reconvertidos en galerías de arte a partir de 1960 en el área conocida como Fort Point. Tiene centros como la Grand Circle Gallery (13) (347, Congress, www.gct.com; entrada gratuita), donde un matrimonio de magnates del turismo, Harriet y Alan Lewis, estrena cada dos meses una nueva colección de carteles turísticos previos a la Segunda Guerra Mundial. Todas estas galerías forman parte de la asociación FPAC (14). La dependiente de su sede (Summer Street, 300, www.fortpointsart.com), Kathy Chapman, lamenta el nuevo giro de su barrio emergente con tiznes de moderneo. "Esto era una vecindad peligrosa, pero era auténtica", recuerda."Pero ahora el Ayuntamiento ha encontrado una zona costera muy barata en la que especular con restaurantes y tiendas genéricas". Y señala a los edificios, de pastiche neoclásico, en construcción a su alrededor. 17.00 Cócteles de ánimo Este giro hacia el buen gusto prefabricado se encarna en la magnate hostelera Barbara Lynch, hermana del senador republicano Stephen Lych. Tras comprar, con relativa impunidad, la mayoría de estos complejos, está en proceso de expropiar a los artistas. Así puede abrir coctelerías como Drink (15) (Congress Street, 348), donde el cliente debe describir, como buenamente pueda, su estado de ánimo. Uno de los aplicados camareros le pergeñará una copa e insistirá que es la que más necesita. En el piso de arriba, el bar Sportello prepara brunches con la misma precisión quirúrgica. 20.00 Karaoke en un cabaret Quien quiera evitar los 97 restaurantes italianos del downtown puede refugiarse en las propuestas internacionales del South End, como el caótico indio Mela (16) (Tremont Street, 578). Alrededor de este último se ha ido creando una zona de ocio nocturno muy en boga, en la que reina el Noche (17) (Appleton Street, 3). Para algo más extravagante, el ejército de travestis liderado por la veterana Mizery en Jacque's Cabaret (18) (Broadway Street, 79), se sume cada noche en una concatenación de monólogos de humor y sesiones de karaoke y strip-tease. Si las copas confunden la orientación, Boston cuenta con una brújula nocturna: el cartel luminoso de la empresa CITGO (19), un simpático triángulo parpadeante, que se instaló sobre el 660 de Beacon Street en 1965 y hoy perdura como obra de arte óptico y muestra de que en Boston lo que agrada se queda.
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  • Langostas gigantes, barrios que se reinventan y tumbas fálicas. La ciudad del Motín del Té, escenario de la famosa serie de televisión, tiene tanta historia como futuro
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  • Mucho más que 'Cheers'
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