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  • En el centro neurálgico de Marbella, este establecimiento es heredero de una tradición que nació en 1957 con el primer hotel El Fuerte, obra del empresario José Luque, pionero en el desarrollo de una entonces desconocida Costa del Sol. Cuatro décadas más tarde, su hijo José Luis acometió la reforma del edificio histórico y rehabilitó como museo la antigua torre albarrana que vigilaba este jalón de costa de los ataques bereberes. El éxito de la iniciativa apuntaló una expansión empresarial que hoy alcanza hasta el litoral onubense con establecimientos etiquetados como ecológicamente responsables en El Rompido, Grazalema, Conil, Estepona y este de Marbella bis que es El Fuerte Miramar Spa, abierto en mayo de 2001. En primera línea de mar y a cinco minutos de la plaza de los Naranjos, el hotel se las prometía desde el inicio como un destino de categoría para el turismo termal. En sus 800 metros cuadrados de instalaciones se ofrecen masajes holísticos como el Diamond Magnetic o el Vitamina C+C, de reafirmación cutánea contra los radicales libres. Pero lo más original es, sin duda, el denominado Spa Party, que es lo que es, una fiesta de preferencias femeninas, consistente en un circuito en grupo de hidroterapia, peeling corporal y envoltura de algas, para acabar tomándose unas copas y una cena en el restaurante del hotel. La realidad se ha impuesto finalmente a estos propósitos mundanos y ahora el Miramar Spa es un hotel para familias que veranean en Marbella para ver a la jet sin ser de la jet. Familias con niños que se lo pasan de lo lindo al borde del mar e incluso en sesiones específicas para infantas en el spa como el Princess Party, una fiesta de cumpleaños para las princesas de la casa. Los más pequeños disfrutan en el Forti Club, mientras los jóvenes revolotean alrededor de la piscina escaqueada y con palmeras a la que da buena parte de las habitaciones. Un personal extremadamente empático ayuda -¡de qué manera!- a coordinar toda esta panoplia de actividades y a poner a punto los servicios personales y comunes del hotel. Ni una queja por parte de nadie. Las habitaciones mantienen el tono general del hotel, razonablemente amplias, cartesianas, de tonos neutros, sin demasiadas florituras. La lencería de camas, con edredones y fundas acolchadas, incrementa la sensación de limpieza. La mayoría extiende una balconada con vistas al mar. No en vano, sus incondicionales repiten cada año. La principal debilidad del hotel para unas vacaciones de verano es el bufé de desayuno, tan desnaturalizado como otros muchos en este lado del Mediterráneo.
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  • Diario El País S.L.
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  • Fuerte Miramar Spa, toda la familia a remojo en el centro de Marbella
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  • Fiesta para princesas
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