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  • Alejandro Fernández encabezó hace tres décadas la revolución de los vinos de la Ribera del Duero desde su pueblecito natal de Pesquera de Duero, una marca de referencia que hoy puede encontrarse en todos los rincones del mundo, de Singapur a Nueva York. El emporio vitivinícola surgido al calor de sus vinos no podía sino concluir con un hotel de buena factura dedicado al enoturismo en la capital de la denominación de origen: Peñafiel. Alejandro -como le gusta que lo llamen- rehabilitó una fábrica harinera del XIX para radicar aquí su sueño de aposentar a los devotos de la marca y evitarles, de paso, soplar en un control de carretera después de una cata. Del mismo porte que sus vinos, el edificio se hace grueso y goloso a la vista: los ribetes violáceos de sus ventanales, los colorines de las cajas de vidrio que cierran sus ángulos y los paneles esgrafiados con jeribeques en un lenguaje a veces kitsch firmado por el equipo de interiorismo Quadrifoglio. Al paladar, el hotel ofrece mucha seriedad y un tono acorde con la amabilidad tánica de un Condado de Haza, un Vínculo, un Dehesa La Granja o un buen Pesquera. A Alejandro se le ve de vez en cuando, pero quien oficia con la mayor amabilidad al huésped es Alfonso Sousa, el jefe de sala, que ejecuta con Manuel Verdejo, camarero, un ritual de servicio desacostumbrado en el turismo español. Pertenecen a esa clase de profesionales resueltos que no se conforman con servir bien, sino con entusiasmo. La recepción se encuentra en un vestíbulo en penumbra, al contrario que el restaurante (con algunos platos prestados de Nobu), con una salida luminosa a un jardín chill out ambientado por los muros y chimeneas de la antigua harinera y unos sillones de PVC en rojo chillón. En la tasca estilosa, ese toque neobarroco de los bares de copas de Madrid y Barcelona. El spa sorprende por el atrevimiento de su piscina, como suspendida en el aire. Cucurucho de frutas Las habitaciones cumplen con el mismo efectismo, muy en especial la de Los Amantes, con dosel y trampantojo en el baño. Sin duda, lo mejor es la entrega y compromiso personal del servicio, capaz de llevar a la mesa de desayuno un cucurucho de frutas de elaboración propia. Excelente preludio de un paseo en bicicleta desde el hotel hasta la bodega de Alejandro Fernández.
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  • Diario El País S.L.
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  • PESQUERA, el hotel de Alejandro Fernández en la Ribera del Duero
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  • Un ribera con firma
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