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  • Si los restaurantes dejaran de ser lugares donde se buscan satisfacciones gastronómicas y la comida se convirtiera en un mero pretexto para reunirse con amigos, el nuevo Boca Grande alcanzaría en poco tiempo un éxito fulgurante. Hablamos de un local moderno, de decoración tan recargada como vistosa, en el que casi todos sus elementos de atracción discurren por caminos ajenos a su cocina. Y eso a pesar de que al frente de sus fogones se encuentra un profesional de la talla de Xavier Tranque (ex The Mirror, Palau de la Música), y que en el expositor de su barra suele haber pescados y mariscos de frescura exultante (pez San Pedro, lubinas, almejas, ostras, gambas rojas) difíciles de localizar, incluso, en las mejores pescaderías de Barcelona. No en vano entre sus promotores se encuentra Joan Soler, propietario de los restaurantes Big Fish, que comercializa piezas de envergadura. Local distribuido en varias plantas, a cada cual más sorprendente, que conviene recorrer detenidamente para captar la esencia de un estilo indefinible que firma el interiorista Lázaro Rosa-Violán (hotel Pulitzer, restaurante Big Fish, Bazaar...). Luces tenues y velas iluminan los lavabos unisex, donde a su vez se encuentra la cabina del dj que selecciona la música ambiente; centenares de botellas vacías retro iluminadas en las paredes a ras de la calle entremezcladas con cabezas de animales exóticos disecadas, además de una barra destinada a bar de copas y coctelería en el piso superior (Boca Chica) flanqueada por gigantescos colmillos de paquidermo. Un local con reminiscencias neoyorquinas, pródigo en elementos estéticos rebuscadamente cosmopolitas. El remate lo aporta el servicio, incompetente y descoordinado, que consigue traer de cabeza a los clientes. Jóvenes carentes de formación que preguntan varias veces si se desea pan con tomate, que dejan en la mesa platos que nadie ha pedido y que cuando se solicita un coulant (fluido) de chocolate son capaces de responder que como ya se ha agotado van a traer un brownie, que es lo mismo. Ostras y anchoas En el aspecto positivo, su terraza, encantadora, abierta a un patio interior rodeado de plantas, el espacio más solicitado cuando el tiempo lo permite. Y para comer, una carta desenfadada salpicada de sugerencias del día entre las que abundan cosas para compartir y raciones caseras. Sencillez que hace más inexplicable todavía tantos altos y bajos. Poseen entidad sus ostras, que se ofrecen de dos tamaños, y son notables las anchoas en compañía de pan con tomate de la panadería Crustó. Es vulgar la cecina, seca y falta de aroma, y da la talla el pulpo, cocido y pasado por la brasa, que se sirve sobre una crema de patatas. Tienen un pase las papas con mojo canario, está lograda su versión del fish & chips y es un desastre el arroz negro, empastado y sin gusto a tinta de calamares. Tan poco conseguido como la esqueixada ahumada, ni sombra de la receta original. Patinazo que alcanza a la hamburguesa, pasada de cocción y con un regusto extraño. Los postres prolongan la mala imagen. El coulant se presenta reseco y el sorbete de piña no vale nada. Tampoco ayuda la bodega, falta de referencias y con unos precios exagerados.
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  • Diario El País S.L.
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  • BOCA GRANDE, mariscos frescos y raciones con altos y bajos en un vistoso restaurante de Barcelona con interiorismo de Lázaro Rosa-Violán
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  • Quedemos en la terraza
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